Llegó hace medio siglo a España en una furgoneta Volkswagen, vehículo con el que ahora recorre el país para trazar una especie de guía ibérica. Porque Ian Gibson ha aparcado a Lorca, al menos de entre sus quehaceres inmediatos. Lo hace tras una vida dedicada al poeta, parte del trabajo de quien está considerado uno de los grandes hispanistas. "No me confundan con Paul Preston", dice con sorna.

-Así que abandona a Lorca. ¿O Lorca le abandona a usted?

-(Ríe). No, solo cierro el ciclo. Era mi obligación ética hacer una reedición revisada de la biografía (Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, Penguin Random House) porque tenía lagunas y errores. Los otros libros que se han reeditado son reimpresiones. Pero este me ha costado mucho: son casi novecientas páginas párrafo a párrafo?

-¿Es duro revisarse?

-A uno no le gusta el estilo de entonces y está la tentación de reescribirlo todo. He tocado muchas cosas y he añadido información nueva, como el último amor con el chico de Albacete. Y he tratado de llegar a la verdad del caso, cuando es imposible.

-Dice a menudo que al final hay un misterio indescifrable en torno a la personalidad del poeta. ¿Su trabajo implica una parte de frustración?

-Hay frustración porque por ejemplo no he podido escuchar su voz, cuando era el poeta que más recitó en público. Eso es terrible, otro síntoma del horror que pasó aquí. Y luego está toda la raíz de su angustia, la relación con la madre, que fue muy difícil. Hablamos de un ser tremendamente complejo y enigmático.

-¿No ha sentido miedo de construir una imagen de Lorca en función de su admiración?

-Lo que me pasa es que a veces tienes la sensación de no entender nada: falta el documento o la persona que te podría haber contado cómo sucedió tal cosa. Cuando empecé, en el 65, conocí a muchos de sus amigos, incluso íntimos, pero han ido desapareciendo. Y faltan muchos documentos, como su parte de la correspondencia con Dalí.

-¿Cree que se ha maltratado su herencia?

-A la familia hay que agradecerle haberlo mantenido todo junto y haberlo metido en una fundación, porque pudo haber vendido cosas por millones. Por otro lado, nadie entiende por qué no quieren que sepamos cómo fue el asesinato. Corren tantas versiones y bulos... Podrían aclarar algo. No es normal que hagan piña para decir que no se toque el tema. Creo que saben lo que pasó. Creo que saben más de lo que dicen.

-¿Hasta dónde llega el derecho a la intimidad de la familia y hasta dónde el derecho a saber de la sociedad?

-Es un grave problema y no sé la solución. Legalmente podría haber una ley, hablo teóricamente, que dijera que el Estado tiene el derecho a desenterrar a los fusilados y darles entierro. Y si hay familias que se oponen, el Estado es más importante. Como una política nacional respecto a la Guerra Civil.

-¿Su trabajo con Lorca se cierra con heridas?

-No me voy a desprender de Lorca porque yo estoy dentro de este asunto. Solo acabo este trabajo. Voy a seguir militando a favor de que busquen los restos. No solo los suyos: él es el máximo símbolo del sufrimiento de un pueblo.

-¿Es la clave de la reconciliación de España con su pasado?

-Una de ellas. Pero Lorca ya ha hecho mucho para esa reconciliación. Su obra es tan inmensa que la derecha tan cerril tiene que admitir que su obra es grandísima, y esa obra habla del amor al prójimo. El está con Jesús, con los que sufren. Ese mensaje está ahí. Está trabajando a favor de la reconciliación con su obra. Esto es muy hermoso.

-¿Usted se ha callado alguna cosa sobre el poeta?

-Se callan otros hispanistas que vienen aquí invitados. Yo no vengo, yo vivo aquí, pago aquí mis impuestos. Por eso me puedo permitir decir las cosas con énfasis.

-Me refería a si se ha guardado alguna cosa sobre Lorca...

-Sé algo de los restos que no voy a decir porque hay gente investigando. Creo que sé más de lo que digo, algo que quizás se sepa pronto.

-Decía que han desaparecido muchos que le conocieron. De los vivos, ¿es usted el que más sabe de Lorca?

-Soy una de esas personas, aunque hay más. Y no lo digo como si tuviera un mérito especial. Aunque este tema es insondable.