Fritz Glockner Corte (Puebla, México, 1961) es licenciado en Historia por la Universidad Autonómica de Puebla, aunque ejerce fundamentalmente como investigador, escritor y conferenciante. En su obra saca a la luz las realidades ocultas de su país, las historias que el gobierno mexicano quiere soterrar. Glockner tiene en su haber trece libros publicados, cuatro de ellos novelas.

-Usted dio una conferencia en el Archivo de Indianos de Colombres, titulada Las huellas de la risa. ¿Sobre qué trató?

-Hago un repaso a lo que es la educación sentimental, que defino como ese algo que nos permite identificar la realidad como tal, todos los elementos ideológicos, sociales, tradicionales, supersticiosos, que te alimentan, te generan y te forman; a diferencia de la educación formal como tal. También hago una defensa a ultranza del hábito de lectura y hago un llamamiento a retomar esta actividad que de pronto parece que hemos olvidado, la hemos subordinado al simple conocimiento, dejando de lado al placer.

-La llegada de inmigrantes españoles en 1939 les marcó, ¿ustedes aprovecharon la fuga de cerebros producida por la guerra civil española?

-Totalmente, supuso una revolución cultural a favor. Fue como una segunda conquista, tras el desembarco de Cortés, que vino a revalorizar mi país en un momento de suma importancia, cuando el Estado mismo aún no se había terminado de consolidar, tras la Revolución Mexicana. México estaba dando tumbos, con una estabilidad política muy endeble y esta migración vino a contribuir a la cultura, a lo social y a lo económico.

-En su obra, la guerra sucia o de baja intensidad es un tema fundamental pero ¿qué es realmente?

-Tiene que ver con aquellos momentos históricos en los que se crean movimientos sociales estudiantiles, campesinos, obreros, que se generan en mi país en las décadas de los 60 y 70 fundamentalmente; y la reacción que tuvo el estado mexicano para contrarrestarlos, en forma de represión. Siempre se ha hablado de la guerra sucia en Argentina, Chile, Paraguay, y se desconoce la situación de represión que vivió México. Pero el primer desaparecido político que se dio en América Latina fue en mi país, en el Estado de Guerrero, en agosto de 1969. Y el primer vuelo de la muerte que trágicamente tan famoso se haría posteriormente en Argentina, se dio en las costas del mismo estado, en mayo de 1972.

-¿Y por qué esas cosas no han trascendido?

-Porque México era un país gobernado por un civil y había una supuesta democracia, por eso no se conoce. Pero estas acciones que buscaban sofocar las expresiones de inconformidad, arrojaron entre 1969 y 1978 5.000 desaparecidos políticos, que tengo perfectamente documentados con nombres y apellidos.

-¿Cómo empieza usted a interesarse por este tema?

-Yo era un adolescente y esta historia entró en mi cuarto de sorpresa, para romperme mis pósters. De pronto, mi padre había optado por abandonar a la familia. Ante esta zozobra de pensar que se había ido con otra mujer, nos enteramos, dos años más tarde, por la televisión, de que mi padre se había incorporado a un grupo clandestino. Su amante no era Leticia sino la utopía, la revolución. Ante este vacío de información, decido convertirme en investigador.

-¿Cuál es la situación actual en México?

-Se ha cumplido lo que yo venía vaticinando hace más de una década: mi país estaba recorriendo una situación de violencia lumpen. Violencia sin utopías, no como pudiera ser antes, porque el tejido social se estaba desmadrando. Además, durante el régimen del presidente Calderón, el intento por detener la producción de narcotráfico terminó degenerando en una violencia descarnada, estúpida. Violencia como negocio, como modus vivendi, como práctica cotidiana, como ejercicio del poder, violencia que destruye sueños. Violencia inhumana y salvaje.

-¿Y hacia dónde va el futuro de su país?

-La situación ha empezado a calmarse. Soy optimista. Poco a poco se está reconstruyendo el tejido social para que volvamos a ser el maravilloso país que éramos. Eso sí, me queda clarísimo que el Estado no tiene en su agenda terminar con este tipo de situaciones, a pesar de que evidentemente les afecta tanto o más que a los ciudadanos mexicanos.