La bióloga española Ana Rosa Linde, asentada en la actualidad en Boston (EEUU), está iniciando un trabajo de investigación como científica invitada en la Universidad de Massachusetts. En él estudiará el impacto que el virus del zika está teniendo en las mujeres y la percepción que la sociedad tiene de esta enfermedad. Como bióloga, su especialidad son las enfermedades infecciosas y desatendidas, como son el dengue, la malaria, el ébola y el zika, y trabaja en labores de coordinación entre el Instituto Kitasato de Japón y el brasileño Oswaldo Cruz. Precisamente, con la aparición de la epidemia del zika hizo de punto de conexión entre la Fundación Oswaldo Cruz y el Instituto Tecnológico de Massachusetts para el desarrollo de una vacuna y un kit de diagnóstico.

-¿Cómo avanza la investigación en relación con el zika?

-Es algo muy dinámico, no paran de salir datos e informaciones nuevas constantemente. Sabemos que el virus apareció en Uganda en 1947 y la primera infección se descubrió años más tarde en Nigeria. Llegó a Asia y el mayor brote hasta ahora se detectó en la Micronesia en 2007, luego continuó por la Polinesia francesa y se sospecha que pudo llegar a Brasil con la celebración de la Copa Confederaciones de fútbol de 2013. Los síntomas son muy similares al dengue, por lo que muchos casos no se notificaron, pero saltó la alarma cuando en el nordeste de Brasil comenzaron a nacer bebés con microcefalia y los profesionales sanitarios relacionaron la malformación con el virus del zika. También se sabe que puede tener efectos en el sistema neurológico y que además de por la picadura del mosquito Aedes aegypti se puede transmitir a través de relaciones sexuales.

-En Estados Unidos ya se está hablando de ensayos para probar una vacuna.

-Se está atacando por varios frentes al zika, con medicinas y también matando mosquitos. Se está hablando de la vacuna, pero el proceso será lento y no podrá utilizarse el mes que viene porque lo primero que se debe saber es que aún hay problemas a la hora de diagnosticar el virus. No obstante, además de la vacuna se están estudiando los efectos de medicamentos que ya están aprobados, que puedan servir para atacar al zika, ya que es un virus muy similar al dengue o a la chikungunya. Por otro lado, en los países en los que vive el mosquito se están atacando con fumigación las fuentes de cría, que de esta especie se encuentran en lugares de agua estancada, y ahora se estudia la eliminación del vector con mosquitos transgénicos.

-¿En qué se centrará su investigación en la que relaciona zika y mujer?

-Se trata de una enfermedad que afecta especialmente a las mujeres y a lo más profundo que pueda tener una mujer, que es la maternidad, hasta el punto de que hay recomendaciones que dicen a las mujeres que no pueden quedarse embarazadas y que no deben tener relaciones sexuales. En zonas como Brasil se están dando casos en los que las mujeres están siendo abandonadas por sus parejas y maridos por tener bebés con microcefalia. En otros países como Puerto Rico, donde el aborto es legal, se está constatando que este año tienen menos natalidad que nunca. Aparte, existen muchas leyendas alrededor de la enfermedad y su infección. Mucha gente piensa que es peor el insecticida o el repelente que el virus. Es más: en muchos lugares hay gente que no se cree en la existencia del zika. Todo esto se debe enmarcar dentro del contexto social de los lugares afectados por la epidemia en los que existen profundas desigualdades sociales, hay pobreza y una falta de acceso a la educación y a la información.

-¿Está justificada la alarma que se causó por la celebración de los Juegos Olímpicos en Brasil?

-Ahora en Brasil es invierno. Aunque es un invierno cálido, el mosquito está casi inactivo y el riesgo de contagio por el zika con unas medidas de protección básicas es muy pequeño. No se puede generar alarma.

-¿Cómo se puede proteger del virus una persona?

-Con buenos repelentes. Tenemos que pensar que en las zonas en las que se está propagando influyen mucho las condiciones de pobreza en las que viven las personas y las creencias culturales en las que se rechaza, por ejemplo, el uso de repelentes o insecticidas.

-¿Cómo se puede evitar su propagación?

-Las autoridades sanitarias ven esta epidemia más grave incluso que el ébola, porque no es el virus lo que tienes que matar, sino al vector, al mosquito, y controlar un mosquito es muy complicado. Este tipo de virus y de enfermedades desatendidas forman parte de la desigualdad social y de la pobreza. Su desarrollo está vinculado a los problemas de sanidad y salubridad, falta de saneamiento y de agua potable de los lugares que se desarrolla.

-Este año el científico Satoshi Omura, con quien trabaja en el Instituto Kitasato de Japón, fue galardonado con el premio Nobel, ¿Qué supone trabajar con él?

-Es muy gratificante. Es una fuente de inspiración muy grande y es de destacar que está muy pendiente de lo que pasa en su equipo de investigación. Es una persona que cambió la vida a muchísimos millones de personas, invirtió en la construcción de hospitales, es mecenas de artistas y todo lo hace con una humildad muy grande. Cuando habla siempre explica que su inspiración viene de la naturaleza y de la belleza que hay en ella, y es una idea que me gusta.

-En Japón creó y fue la presidenta de la asociación de científicos españoles allí. ¿Cómo avanza el proyecto sin usted?

-Es una obra que dejé en Japón y estoy contenta porque se afianzó y sigue adelante. Ahora estoy en la asociación que hay en Boston y quizá en septiembre pase a formar parte de la junta directiva, pero tengo que pensarlo.