Cuando los partidos, que son instrumento fundamental de la democracia, no ejercen esa democracia internamente y caen en prácticas autoritarias como el dedazo, las votaciones a la búlgara o el rodillo interno se los critica, legítimamente, porque se corre el riesgo cierto de que intenten hacer con el país lo que hacen en su organización. El resultado es el deterioro y la baja calidad democrática o la democracia simulada, en la que se vicia la participación cívica y se altera y deturpa la separación de poderes. Un ejemplo reciente de esto es la convocatoria del pleno de investidura, que le corresponde hacer al Parlamento pero que solo ha sido así formalmente, puesto que, en la realidad y como todo el mundo sabe, ha sido el jefe del Ejecutivo, además en funciones, el que ha marcado la fecha. Y estas cosas se hacen con la jefatura del Estado o con el Poder Judicial con escasos reparos. Pero también sucede que, cuando los partidos ejercen de verdad su democracia interna y se abren en su seno debates vivos y duros entre diferentes posiciones o se confrontan candidatos y candidaturas que se resuelven en votaciones democráticas entre militantes y simpatizantes, se les critica igualmente y se les achaca falta de unidad, desconcierto o cainismo. Esto lo han hecho y lo han sufrido todos los partidos, porque las organizaciones rivales aprovechan los legítimos, sanos y deseables debates internos para descalificar ante el electorado y la opinión pública a sus competidores. Es falaz y mezquino aunque pueda entenderse y explicarse como una ruindad propia de la condición humana en el fragor de una lucha. Más impresentable es que caigan en lo mismo tantos medios de comunicación que siempre se dicen independientes, muchos analistas e incluso meros informadores. Alguna vez (menos, porque dio menos ocasiones) lo han hecho con el PP y ahora mismo lo están haciendo con el PSOE o En Marea cuando debaten con vigor y abiertamente su posición ante la investidura, sus alianzas o sus candidaturas. No es que los medios estén politizados, que es lo sano y normal, sino que muchos de ellos son partidistas, se han "sectarizado" y hacen presión a la orden, que es cosa muy distinta y muy perversa. Así nos va.