Parece cierto que en esta sociedad machista y todavía patriarcal se ha investigado y se investiga más y mejor sobre las enfermedades que afectan a los hombres que sobre las que afectan exclusivamente a las mujeres. Y es que sigue habiendo privilegiados y postergados o pobres y ricos con sus desiguales consecuencias, como todos muy bien comprobamos a diario por mucho que nos digan interesadamente lo contrario o traten de maquillar la cruda realidad. Somos muy desiguales y en este país muy especialmente. Somos muy desiguales por la pasta, por la cuna, por el género, por la presunta raza u origen pero sobre todo por la pasta y en función de esa desigualdad reaccionamos. Castelao, con la agudeza que lo caracterizaba, lo describía perfectamente en el relato de aquella obra de teatro en cuyo primer acto una señoritinga rica lloraba desesperada la muerte de su perrito faldero despertando la compasión del patio de butacas que también rompía a llorar, mientras el paisanaje de gallinero se desternillaba de risa. En el segundo acto era un labriego quien lloraba la muerte de su vaca y era en el patio de butacas donde estallaba la carcajada mientras el gallinero se sumía en el llanto. Algo así sucede todos los años por estas fechas cuando en el escenario mediático aparece recurrente e irremediablemente eso que llaman "síndrome o depresión posvacacional" que unos parecen sufrir mucho y a otros les da la risa porque piensan, y piensan bien, que el síndrome más grave no es, ni con mucho, el posvacacional, sino el avacacional, es decir, el padecimiento más agudo de aquellos que no tienen vacaciones o el más crónico y masivo de aquellos que no pueden irse de? Pero a esto, aunque se habla de ello, nadie le da la "categoría" de síndrome o enfermedad y se presenta como una circunstancia irremediable, como de la voluntad de los dioses, cuando no como un ejemplo a seguir de meritoria laboriosidad stajanovista. Salvo que seas rico o poderoso, que entonces se te compadece: " Vaya por Dios, este año Feijóo y Rajoy no pueden irse de vacaciones ¡Ay, pobres!".

No seré yo quien niegue la existencia e incluso la importancia del síndrome posvacacional, líbreme Dios, pero no puedo evitar que me dé la risa.