Nieto, hijo y hermano de ingenieros navales, Gerardo Pardo Bustillo, de 71 años, siguió la tradición familiar. Veranea en Asturias desde hace décadas. Su abuelo, Alfredo Pardo, fue el fundador de la primera escuela de ingeniería naval de España, en Ferrol. Su padre, dirigió Astilleros del Cantábrico. Él desarrolló su carrera profesional en Astano tras lo que desempeñó cargos directivos en Cepsa, entre ellos el de director de flota de la petrolera. Ahora es socio del Instituto Marítimo Español, de enseñanzas de posgrado vinculadas a la mar.

-El sector marítimo acaba de atravesar la enésima crisis.

-Es un negocio cíclico. Desde que yo empecé en esto han pasado ocho o diez crisis. La de la construcción naval que llevó a que se fueran cerrando poco a poco astilleros de toda Europa, pero también la de las navieras, con caídas dramáticas de los fletes que luego volvían a subir. La última crisis gordísima vino porque China, que mandaba contenedores a todo el mundo, dejó de enviarlos. Este es un negocio en crisis permanente.

-¿Qué hace un astillero?

-Coge componentes de fabricantes y los junta para hacer un barco. Lo que aporta es básicamente mano de obra, porque los componentes vienen de fábricas que están en otros sitios.

-¿El coste de la mano de obra es clave?

-Lo ha sido siempre. Primero desaparecieron los astilleros escoceses, la construcción se fue a Alemania y luego a España, que durante una época fue el primer constructor naval del mundo. Después se desplazó a Japón, Corea y Turquía.

-¿Qué hacer para competir?

-Especializarse en barcos que lleven mucha tecnología. En costes no se puede competir con los astilleros asiáticos, que tienen una mano de obra barata y disciplinada.

-¿Son más indisciplinados los españoles?

-No es que aquí sean indisciplinados, pero yo estuve construyendo y reparando en Corea y cuando veías a los trabajadores subir por la pasarela, no había ninguno que no llevara algo en el hombro. Eran gente que no paraba. Tú en Corea decías "esta cubierta está sucia" y de repente aparecían 50 tíos barriéndola. En Japón, en el astillero tenían carteles en los que ponían llevamos una hora de retraso y eso en una obra que era para cien días. En Astano entregamos barcos con retrasos de año y medio. En Japón no es que nos dijeran qué día nos iban a entregar el barco, sino a qué hora de ese día. Eso ha variado poco; a ellos les han subido el nivel de vida y nosotros somos más productivos, pero nunca podremos ser como ellos.

-¿Cómo ha evolucionado la tecnología naval?

-Los barcos han ganado mucho en consumos, velocidades, prestaciones y necesidad de tripulantes. Muchas de las mejoras han venido a raíz de los accidentes más graves. El hundimiento del Titanic hizo que se obligara a llevar más plazas en botes y balsas salvavidas que pasajeros, que hasta entonces sólo tenían que ser iguales en número y si el barco colisionaba de lado o escoraba, la mitad del pasaje se quedaba sin bote salvavidas. También se hizo desde entonces que los mamparos de los tanques llegaran hasta el techo. Cada gran accidente lleva una gran mejora. También pasó con el del Exxon Valdez.

-Mirando más cerca, tuvimos el Prestige.

-Era un barco subestándar. Después del Érika y del Prestige cambió la legislación, obligando al doble casco y otras exigencias para barcos de más de 12 años, además de empezar a hablar de la responsabilidad de las sociedades de clasificación. Después no ha habido grandes accidentes.

-¿Y el del crucero Costa Concordia?

-Eso no fue un problema marítimo, fue el problema de un idiota; el capitán que por saludar a no sé quién se metió en un sitio que no conocía, varó y ahora está en la cárcel. Contra la estulticia humana no podemos luchar.

-¿Cuándo comienza a considerarse que un barco es viejo?

-Depende del tipo. A partir de 12 años ya se considera subestándar para muchas compañías.

-¿Vamos hacia el final de la era del petróleo?

-Las reservas están en función del precio, si sube mucho es rentable hacer pozos en cualquier lado; todo depende de la demanda.

-¿No habrá algo que lo reemplace?

-No parece.

-Ya se están desarrollando coches eléctricos.

-También deja huella de carbono cargar kilovatios, que se producen en térmicas. No veremos el final del petróleo y desde luego no por falta de reservas.

-¿Cómo cree que va a afectar a los puertos del norte de España la ampliación del Canal de Panamá?

-En casi nada. Yo fui presidente de Cepsa Panamá y cuando se empezó a hablar de la ampliación del canal, cuando salió el concurso para contratar la obra, se analizaron las rutas afectadas y al sur de Europa no afectaba prácticamente en nada. Va a tener mucha influencia en las rutas desde Oriente o desde los países suramericanos del Pacífico a Estados Unidos, que ahora también pueden enviar barcos a su costa Este. Lo sé bien porque hace dos años estuve estudiando, por encargo del gobierno de Ecuador, el tráfico de su flota. Pero al norte de España yo creo que la afección va a ser cero.