Ha sido especialmente tórrido y seco el verano que se muere esta semana. Con tiempo tan propicio para la holganza, nuestros políticos, dicen, han visto mermadas sus vacaciones, también dicen, que por su mala cabeza. En todo caso la gente del común no los compadece porque piensan que bastante holganza tienen ya durante todo el año muchos de ellos. Lo que contrasta con la imposibilidad de tantos y tantos para sufragarse unos días de vacaciones, que desaparecen o se ven drásticamente mermadas en cantidad y calidad, también fundamentalmente por la mala cabeza de los políticos. Así que, el personal piensa, ¡qué se jodan!

Todos los años, por estas fechas, el oráculo mediático suele anunciar un otoño caliente, aunque después resulte templado y húmedo como siempre. Este augurio no se escuchó este año o se escuchó mucho menos paradójicamente, cuando es seguro que el otoño que nos espera no es que vaya a ser caliente, sino que será tan hirviente que lo más probable es que salgamos todos escaldados y con la piel a tiras. Solo con echar una ojeada a la agenda segura y más probable de los próximos tres meses es como para meterse en casa, cerrar las contras y no salir hasta la fresca. El otoño empieza sin Gobierno en España, en una España sin gobierno y con las elecciones gallegas y vascas que complicarán todavía más la baraúnda estatal independientemente de los resultados habidos. Porque no se trata de resultados, sino de las dispersas lecturas que de ellos se hagan y que se anuncian de batiburrillo, para mayor confusión todavía. Por eso, lo más probable es que el otoño, que empieza con unas elecciones que arreglarán muy poco, concluya con otras terceras que no solucionarán nada o casi nada en el corto plazo, aunque sí pudieran servir para darle un meneo al país, necesitado, pero muy necesitado, de un hervor. Si a esto añadimos la apretada agenda judicial que mostrará la obscena realidad de aquella España que iba bien, diseñada por los mandarines ambidiestros que hoy tratan de resistir como gato panza arriba, la temperatura de este otoño será histórica e histérica. Esperemos que, al menos, el fuego inevitable de este otoño resulte purificador y sea este el hervor que nos falta.