Mientras la parra dilucida si continúa su dominio sobre la ciudad hacia la Barrera o sigue por San Andrés hasta María Pita, Tito Castro inicia la vendimia, la única que se realiza en medio del asfalto y a unos cinco metros de altura. Desde el balcón es solo una alfombra verde hasta que el propietario emerge entre las hojas para mostrar los preciosos racimos de uva tinta romana, de piel agreste pero pulpa sorprendentemente dulce para el clima coruñés. Ayer fue el primer día de vendimia en la Travesía de la Estrecha de San Andrés, donde vive hace unos treinta años una vid que hunde sus raíces en la bodega O Viñedo de Tito y extiende sus ramas a lo largo de 18 metros.

"Es el tercer año que hago vendimia. Calculo sacar entre quince y veinte cubos, y cada uno pesa unos ocho kilos. No hago vino, solo regalo los racimos entre los clientes y los vecinos de la zona", cuenta Joaquín Castro, Tito, mientras espera, tijera en mano, a que pare un poco la fina lluvia para continuar con la recogida.

La cosecha de Tito de este año ha sido muy buena, no ha habido enfermedades que marchitasen las uvas y se logró una buena maduración, aunque en la parte más cercana a la calle Cordonería, donde le da más sombra, aún habrá que esperar una semana para recoger el fruto.

Toda la calle huele a zumo de uva, a vino fresco. "¡Ya estáis con la vendimia!", exclama una vecina que viene empujando el carrito de bebé al ver a Tito subido a la escalera, que sujeta su mujer, Ana, y su hijo, Diego, para mayor seguridad. Otra vecina ya se llevó un racimo nada más empezar el trabajo. "Le tenía ganas, ya me lo dijo en enero", apunta Tito Castro.

Objeto de innumerables fotografías de turistas a lo largo de todo el año, la parra es "la niña" de este local de hostelería pero también recibe el cariño de los vecinos, que la dejan crecer sobre sus balcones, encantados con la visión de este mar verde que les transporta a la Ribeira Sacra, al Salnés, a Cambados...