La primera ministra británica, Theresa May, se reúne con Rajoy esta semana, según parece, para hablar del Brexit. Ambos son de la misma cuerda ideológica neoliberal que estuvo y está en la base de la crisis y que gestionó la presunta salida de ella a base debilitar a los estados, de privatizaciones de lo público, de recortes en los servicios públicos más elementales y de pasar rentas de trabajo al capital por diversas y conocidas vías. Con esto se generó la desigualdad, se incrementó la pobreza, se deterioró a fondo el estado del bienestar, se promovió el "precariado" y se rompió la dinámica y la agenda para consumar la unión política de Europa, proyecto que ahora está muy en cuestión por el auge de los movimientos que tratan de volver a los viejos nacionalismos europeos que, exacerbados en el pasado siglo, anegaron en sangra al continente y al mundo. De todo esto es conspicua representante Theresa May que gestiona la escisión de los británicos, siempre tibios en el compromiso europeo. Pero es que, además, ha enarbolado la bandera del nacionalismo xenófobo, seguramente para competir con los citados movimientos ultranacionalistas, pero sobre todo para crear esos enemigos imaginarios, causa de todos los problemas de pueblo británico, que en este caso son los trabajadores extranjeros. Es el viejo truco de buscarse un enemigo exterior para tapar las vergüenzas interiores, solo que esta vez el falso enemigo está dentro y se le hacen pagar las consecuencias. Entre estos millones de extranjeros señalados por la May, hay decenas de miles de españoles que a estas horas están alerta y preocupados. Seguro que todos nosotros conocemos alguno. Lo natural sería, en estas circunstancias, que Teresa May fuese adecuadamente recibida, es decir, haciéndole sentirse incómoda y mal en España por lo que quiere hacer con los nuestros. Con los nuestros y con los demás. No debiera irse de aquí de rositas y es Rajoy el encargado de emplazarla, de hacérselo pasar mal y de que todos los sepamos. Sería bueno para los españoles, para los demás extranjeros, para los británicos, para los europeos e incluso para el mismo Rajoy. Si esto no sucede, ya sabemos lo que da de sí la reunión de pastores.