Dejó España en 1920 para evitar las trincheras de la guerra de África y, como un emigrante más, tuvo la osadía de cruzar el océano e instalarse en Nueva York. En Estados Unidos, el coruñés Alfonso Pego ejerció como periodista cinematográfico. Eran los años dorados de Hollywood y Pego tuvo ocasión de codearse con los directivos de los grandes estudios cinematográficos y con las estrellas del celuloide. En los años treinta, fue, también, corresponsal de EEUU del diario La Vanguardia, de Barcelona. Vivió más tarde en Puerto Rico, donde se relacionó con otro coruñés de origen, el pintor surrealista y exiliado republicano Eugenio Granell. Alineado con la causa republicana y siempre beligerante con el régimen de Franco, nunca volvió a Galicia. Murió en 1978.

Gran olvidado, Xosé Enrique Acuña rescató en un libro la figura de este coruñés, pionero del periodismo cinematográfico, cuyos pasos se dedicó a seguir. Todo un "acontecimiento y una sorpresa", a juicio de Acuña, que lo considera, sin dudar, "el periodista cinematográfico gallego más importante del siglo XX".

Su carrera se consolidó durante las dos décadas en que formó parte de la redacción de Cine-Mundial, una revista de gran calidad, editada en Nueva York, escrita en español y dirigida a los lectores de los países hispanohablantes que se hacía eco de las noticias que generaba la industria de Hollywood, y donde Pego publicó, entre 1927 y 1948, reportajes, entrevistas y críticas de cine. Esa tribuna privilegiada le sirvió al periodista coruñés, en la que cada vez obtenía mayor relieve, tomar contacto con actores, directores y productores de Los Angeles.

Pego había hecho estudios de Comercio para ser contador mercantil, y desde muy joven empezó a colaborar en la prensa gallega. Cuando le llegó la edad de hacer el servicio militar, decidió emigrar para no tener que servir en la guerra que España libraba en Marruecos.

Llegó a Nueva York en 1920 y comenzó a publicar en distintas revistas americanas, tanto escritas en español como en inglés. Al mismo tiempo, enviaba crónicas a periódicos de Madrid y a la revista Popular Film, de Barcelona.

En la ciudad neoyorquina, Pego se relaciona con la colectividad gallega allí instalada. Colabora en la prestigiosa The Literary Digest, en La Prensa y en Hispania. También, envía artículos en las revistas de la emigración gallega en La Habana. La experiencia acumulada en estos años le da un prestigio tal, que sus crónicas sobre el modo de vida norteamericano pronto son reclamadas por la prensa de Madrid y Barcelona. Por ejemplo, en El Tiempo, publica una crónica sobre la moda neoyorquina de pintarse una raya en las piernas para emular las medias de nylon con costura, tan a la moda entonces, y tan escasas.

En la década de los años veinte y treinta, Pego es una figura de referencia. Desde Nueva York publica en las revistas gráficas de mayor tirada de España, como Estampa y Ahora, cuyos reportajes fueron recogidos en su libro Como las ovejas descarriadas.

En estos años -particularmente, en los de la República española- ejerce también la crítica literaria e introduce en España a los grandes novelistas norteamericanos, a través de sus artículos en La Gaceta Literaria.

En los años cincuenta, se trasladó a San Juan de Puerto Rico, donde residía una importante colonia de exiliados republicanos, entre los que figuraban, además de Granell, otros gallegos que le dieron cobijo en ese país, desde el que Aurelio Pego no dejó de ejercer hasta su muerte el periodismo y la libertad de pensamiento en publicaciones de tinte antifranquista, sobre todo en la revista España Libre, de Nueva York.