Está casi todo en el nombre, un imperativo provocador. "Fíltrala" invita a delatar, a soplar y chivarse, a rebelarse revelando. Es una plataforma digital pensada para recibir, investigar y canalizar hacia la difusión informaciones comprometidas con seguridad de anonimato para las fuentes. Al decir de Stéphane M. Grueso, su coordinador en España, la iniciativa de la Associated Whistleblowing Press (AWP), en español "prensa asociada de denuncias", sería un "buzón colaborativo" operado en cooperación con cuatro medios de comunicación para señalar al corrupto y levantar al chivato la pena del descrédito social.

-¿También son la constatación de un fracaso del sistema?

-Siempre habrá corrupción, pero a nosotros nos gustaría no tener que existir. Nuestra vocación es no ser necesarios, estamos deseando que se articulen los mecanismos para que en lugar de mediante filtraciones periodísticas todas estas informaciones se conozcan a través de registros públicos o de la rendición de cuentas de los gobiernos. Mientras tanto, vamos a seguir haciendo este trabajo.

-¿Y de cierta sensación de impunidad, de que el delito de guante blanco sale barato?

-La ciudadanía observa eso, pero nosotros, en Fíltrala, preferimos tomarnos el asunto desde un punto de vista más general, no sé si más elevado. Decimos que trabajamos en el sector de los derechos humanos. Entendemos que es legal publicar cualquier información que atente contra ellos y en general contra lo público. Como ciudadano, uno piensa que es hasta empíricamente comprobable que todo está descontrolado, que o lo haces tú o no lo hace nadie. Que además la corrupción suele estar muy pegada a los poderes, y cuando se juzgan cuestiones graves sobre el partido que nombra al Fiscal General del Estado, uno se hace preguntas.

-¿De dónde salen, cómo funcionan?

-Fíltrala nace de la mano de los medios y de la necesidad de dotar a la gente de un sistema anónimo y seguro para el envío de información. Somos un buzón colaborativo. Los medios pueden disponer de todo lo que llega, con unos protocolos sobre qué se publica y cómo, pero nos parecía interesante que no se diera directamente a uno. Para algunos casos hemos llegado a montar una redacción de trabajo conjunta.

-¿El mecanismo de difusión de los Papeles de Panamá?

-Puede ser similar el hecho de que haya varios medios colaborando en la difusión, pero sobre todo es algo extraño, porque los medios suelen ser individualistas y compiten entre ellos, aunque estos cuatro comparten un sector ideológico, un modo de comprender la cultura y hasta la tecnología.

-En algunas autonomías se debate la creación de una unidad anticorrupción con el precedente inquietante de la oficina catalana descarriada. ¿Quién vigila al vigilante?

-Ese es el problema. De hecho, una de mis pocas objeciones viene de la pregunta de si no haría falta otro órgano de control externo. Es verdad que así quizá no acabemos nunca, pero yo me hacía esa pregunta. En algún caso, el sistema de elección que se plantea para los inspectores de la unidad es de una mayoría de siete novenos, un destello de sol en el mundo de la transparencia. No sé si ese consenso será posible, pero hay una buena base para garantizar su independencia, que es su gran valor, porque no sólo tiene que ser independiente, también parecerlo.

-Hay quien llega a sostener que esas agencias habrían atajado los casos de corrupción que se investigan. ¿Se puede ser tan radical?

-Sí. Sin duda. La gente utiliza cauces ciudadanos para denunciar porque tiene miedo, sobre todo a perder su trabajo. También hay un problema con la percepción social de las filtraciones y de los filtradores. La imagen que queda de un trabajador de una Consejería que expone una mala práctica no es la de alguien que quiere que mejoren las cosas, sino la de un traidor. Hay que comprender que es un acto de patriotismo y de legalidad, al que además te obliga la ley. Me pregunto cuántos cientos o miles de cuestiones de este tipo estarán dormidas en cajones por ese miedo. Sucede que a quien denuncia un delito el sistema se encarga de fastidiarle la vida, y eso no puede ser.

-¿De ahí su gusto por la denuncia anónima?

-Aparte de por el derecho a la denuncia anónima, nosotros hacemos lobby por la necesidad de proteger al denunciante, que debe ser defendido, en caso de que se llegue a conocer su identidad, desde muchos puntos de vista: laboral, económico, psicológico, médico? Los informantes son una parte muy importante del desarrollo de la democracia.

-También al denunciado, al menos hasta que no se sustancie una acusación.

-Claro. Pero eso ha de ser así independientemente de que la denuncia sea anónima o no. Estoy de acuerdo en que no se puede filtrar cada sumario, en que las instituciones que investigan deben actuar con responsabilidad y guardar la información. Nosotros hemos recibido centenares de denuncias, hemos investigado y publicado algunas, pero también se nos ha dado el caso de recibir informaciones de personas notables que tras hacer averiguaciones decidimos que no estaban claras y nadie ha sabido nada, sólo el interesado.

-Seguro que ha oído que hay alguna inclinación cultural hacia la corruptela. ¿Somos así?

-Hay la impresión de que si ves algo y no lo coges eres tonto. O de que si no lo coges tú lo va a coger otro. Me llamaron la atención unas declaraciones de una consejera andaluza que dijo que el dinero público no era de nadie. Es de nuestras carreteras, de nuestras pensiones, de nuestros niños? Me sorprende ver que mucha gente no es capaz de ver cómo le perjudica la corrupción. Te hablan de decenas de miles de millones de euros y no eres capaz de procesar que eso tiene que ver con el estado de la escuela de tu hijo. Esa es otra lucha.

-¿Son David y Goliat?

-Tenemos esa vocación de ser pequeños, insignificantes y pisoteables. Pero también somos muy pesados y tenemos mucha paciencia. Esto es como picar piedra. Cada vez hay más piedra, sí, pero de vez en cuando pillamos una veta.

-¿Como cuáles?

-Me gustó especialmente, este verano, la de los Papeles de Castellana. Conseguimos exponer cómo una oligarquía de este país tiene un tipo de manejo fiscal que puede no ser ilegal, pero sí es inmoral. Es eso que tal vez todo el mundo sabe, pero me pareció interesante poner negro sobre blanco, sector por sector, en quince o veinte casos, qué hacían y cómo.

-A veces al culpable se le señala con el dedo y poco más. ¿Hemos vuelto a la sensación de impunidad?

-Depende de dónde vivas. La Hacienda alemana ha comprado datos de la Lista Falciani y no me cabe duda de que van a imponer las multas que correspondan y de que alguno acabará en la cárcel. ¿Que aquí eso pasa menos? A lo mejor tenemos un problema con el legislador y con la administración de justicia.