-Usted es un firme defensor de la Clínica Jurídica. ¿Qué aporta de novedoso?

-Es una gran iniciativa que va a ayudar, y mucho, tanto a los estudiantes de Derecho en su formación como a la sociedad. La idea original surgió en Estados Unidos y el planteamiento es sencillo. Por ejemplo, los estudiantes de Medicina tienen que hacer prácticas en las clínicas. Bien. ¿Por qué entonces los de Derecho no? El trabajo que realizan es para entidades sin ánimo de lucro y con un fin social. Lo que se consigue es, por un lado, que las firmas que acogen estas prácticas agradecen y devuelven a la sociedad de alguna manera la implantación y el éxito que tienen, porque una parte importante se la deben a ella. Y los jóvenes juristas cogen cierta experiencia profesional e incluso pueden descubrir su vocación, aquello que les gusta en la práctica jurídica.

-Sin embargo, existen pocas prácticas de Derecho.

-Sí. Las prácticas en Derecho no están extendidas como en otras carreras y profesiones. Pero más que falta de prácticas, hay falta de oportunidades. Y me explico. La Universidad, y hablo en general, nunca ha dado una asignatura que no implique cierto grado de práctica, pero en un planteamiento teórico que no tiene nada que ver con la práctica en un hecho real. Hay déficit de ponerlo en marcha con oportunidades para hacerlo en colaboración con entidades, con empresas y corporaciones. Y la Clínica Jurídica puede ofrecer esa oportunidad.

-¿Quizás porque Derecho ha sido una carrera más cerrada que otras?

-Sí, y se está empezando a abrir. Tradicionalmente ha sido una carrera cerrada y muy tradicionalista, y eso con el paso del tiempo ha provocado un inmovilismo que hay que superar.

-¿Socialmente se ha visto como una carrera tradicionalmente algo elitista?

-Pero la realidad es que la relación es simbiótica, que es lo que trato de explicar a los alumnos. No se trata de quitarle valor al conocimiento teórico, sino que el problema es que se le da un valor estático. Y lo que se plantea en realidad es que esta carrera es como una planta, un organismo vivo, que crece si se riega. Quiero decir que el conocimiento teórico crece con la práctica. El aprendizaje tiene tres pilares: cabeza, corazón y mano. La Clínica Jurídica los engloba; la cabeza es el conocimiento, el corazón es trabajar en beneficio de la sociedad y la mano es la práctica.

-¿Hay trabajo para tanto estudiante de Derecho como los que se licencian todos los años?

-Lo que se pide a la Universidad es que forme y te dé conocimiento y herramientas, pero eso no te da trabajo. Eso constituye la base para después ejercer como abogado de litigios, pero también para ser juez, fiscal, registrador, notario... Y hay personas que hacen la carrera para ascender en su profesión, que es muy loable.

-¿El futuro es la especialización?

-El Derecho lo pide. Es como la Medicina. Uno tiene una idea general, pero el cirujano de corazón no es el más adecuado para afrontar un cuadro psiquiátrico. La amplitud de la legislación y los ámbitos tan amplios que existen hoy en día obligan a adquirir una entidad propia para ejercer. Es una manera de distinguirse de los demás. De todas formas, esto suscita debate, porque el Plan de Bolonia implica empezar a buscar ya cierto grado de especialización.

-Es un modelo más europeo, muy distinto al tradicional pero que tuvo enormes críticas.

-La Universidad está en un proceso de cambio importante con el Plan Bolonia, que no tiene nada que ver con lo que mi generación y yo estudiamos, que era todo más generalista, con muchas asignaturas que duraban un curso completo y que incluso algunas se dividían en más cursos, y te veías sometido a aquellos exámenes orales. Ahora se busca que la evaluación sea más continua, que hagan trabajos más o menos prácticos, y con la configuración de escoger asignaturas libres optativas o de libre configuración ya se permite ir perfilando cierto grado de especialización, aunque sea con una visión generalista.

-¿Cuándo llega uno a ser un buen abogado?

-Nunca. Es un proceso de aprendizaje continuo. Siempre hay que estudiar y cada caso supone afrontar un reto nuevo porque cada uno es diferente a otros.