Como en casi todo, en esto de los plagios también hay grados, niveles e incluso clases. El atribuido al rector de la Rey Juan Carlos sería de grado máximo o nivel muy superior, cuantitativa y cualitativamente. Para entendernos, un plagio vip: por el quién, por el qué, por el cómo y por el cuánto. El plagio, en cualquiera de sus dimensiones, viene a ser una apropiación indebida de algo ajeno, pero que te haces ilegítimamente con ello para tu beneficio. Es decir, lo robas. En el mundillo de la investigación y la docencia de nuestras universidades no es frecuente, por fortuna, este tipo de plagios y, menos, de tal envergadura. Puede que se eluda algún que otro entrecomillado de menor cuantía o una cita pero, en general, suele tratarse de unas pocas líneas, de algún pequeño hallazgo o de cierta idea relativamente nueva. No es usual apropiarse indebidamente de trabajos o textos enteros ya publicados en un alarde de descaro y de convicción de la propia impunidad que raya en lo patológico. Lo que hay, eso puede, son pequeños hurtos, como cuando birlas una chocolatina en un supermercado o un pequeño epítome en una librería. Está mal, pero no es para tanto ¡vamos! Claro, que si eres una autoridad, aún por una cosa así tendrías que dimitir de un cargo público en un país normal. Lo que sí parece, según fuentes que no voy a revelar pero que se encuadran en ese epígrafe de "todo el mundo lo sabe", es que menudean docentes e investigadores que se apropian, bastante indebidamente y sin cita o reconocimiento alguno, de trabajos, ideas e incluso hallazgos ajenos y que lo hacen con cierta alevosía porque las víctimas del hurto suelen ser subordinados que siempre van a callar: becarios, doctorandos, compañeros de inferior rango, pero que aspiran al ascenso por las tradicionales vías corporativas y endogámicas, o estudiantes en general. Me malicio de que esta apropiación indebida, de baja intensidad pero mucho más frecuente, viene a ser lo que explica la reacción tibia, arrastro y tardía del cuerpo docente universitario ante el citado plagio vip. No es por corporativismo solo, sino más bien por sentirse y saberse incapacitados para tirar la primera piedra y, en ese caso, mejor no meneallo.