Carlos Bernal Pulido, doctor en Derecho y Filosofía, profesor en la Macquarie Law School, en Sidney (Australia), es uno de los referentes del constitucionalismo hispanoamericano.

-Colombia está de moda.

-Es verdad. Ojalá estemos ante una paz estable y duradera. Se llegó a un acuerdo después de cincuenta años de guerra que ha dejado una sociedad fracturada. Una cosa es firmar la paz y otra, mucho más difícil, reconciliar a un país.

-¿Entiende a los colombianos que dijeron que no al primer acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC?

-Había argumentos serios para ese "no". Muchos colombianos interpretaron que las sanciones eran demasiado benignas y no estaba claro el compromiso de las FARC para reparar con sus bienes, entre otras cosas. El acuerdo la gente no lo entendió como una rendición y era mejorable.

-¿Se hizo?

-Yo creo que sí, aunque todo acuerdo deja margen de mejora. Es un pacto complejo, pero jurídicamente ejemplar, lo mejor que se podía lograr. Ahora queda el gran reto de gestionarlo.

-¿Se podrá después de tanta herida?

-En esta guerra fratricida hay víctimas de todo tipo. Muchos de los guerrilleros fueron niños reclutados, víctimas que se convirtieron en victimarios. Se van a desmovilizar entre cinco mil y siete mil guerrilleros, y la pregunta es hasta qué punto van a poder incorporarse a la vida social. La guerra ha dejado seis millones de desplazados, expulsados de unas tierras que ya tienen nuevos propietarios. En total ocho millones de víctimas a las que habría que indemnizar, y lo cierto es que ni mucho menos hay dinero para eso.

-La conexión directa con el narcotráfico.

-Detrás de esta guerra hubo siempre un negocio multimillonario. Se calcula que hay unas 23.000 personas integrando las bandas vinculadas al narco y las FARC que no se van a desmovilizar. El conflicto fue rentable a muchos, los mismos que consideraron una muy mala noticia los acuerdos de paz.

-Juan Manuel Santos recogió días atrás el Nobel de la Paz. Defina al personaje.

-Sacó adelante el proceso de paz frente a muchos factores en contra. He visto vallas en las que se veía a Timochenko, líder de la guerrilla, investido con la banda presidencial. Hubo mucho intento de manipulación. Santos viene de una familia de presidentes y de periodistas, se propuso ser el presidente para la paz y lo logró. En su momento se distanció del expresidente Uribe, con el que fue ministro de Defensa, pero esta paz no hubiera sido posible si la política de Uribe no hubiera mermado significativamente la guerrilla.

-¿Cuál es su visión de Venezuela?

-Venezuela es como Siria pero sin una guerra abierta. Lo que está sucediendo allí es la peor situación vivida por un país hispanoamericano en el último siglo, después de Cuba. Venezuela es una dictadura que viola los derechos humanos, un pueblo sumido en la violencia y la pobreza, y una oposición que no logra excesivos resultados.

-Al margen de consideraciones políticas, Maduro no parece un lince, precisamente.

-No lo es. Es torpe y encima está mal asesorado. Es uno de los grandes responsables del grado gigantesco de corrupción que vive el país. La violación sistemática de libertades termina siempre con estándares mayores de pobreza. Venezuela, un país donde había ricos y pobres, va camino de convertirse en una sociedad igualitaria: todos pobres.

-El Ejército apoya a Nicolás Maduro.

-Hay un Ejército fiel, es verdad, pero yo creo que pronto habrá un cambio porque es imposible mantener la anomia, una sociedad sin reglas, pauperizada, sin un plan económico viable.

-El que llega a la presidencia, sobre todo en latinoamérica, no se apea de ella ni a tiros.

-El presidente Correa tuvo la grandeza de no presentarse en Ecuador. El poder político tiene una propiedad diabólica: quien lo tiene, quiere más. Y se ve especialmente en los regímenes presidencialistas. En México el PRI estuvo un siglo al mando del país. En los últimos treinta años, de 19 votaciones de reelección en América Latina, 18 las ganaron los que ya estaban en el poder. No se pueden cambiar las reglas del juego durante el mandato presidencial, porque eso es no jugar limpio.

-El debate en España es la modificación de nuestra Carta Magna.

-Hay que desmitificar los cambios constitucionales. Una Constitución que nadie toca, con el paso de los años se vuelve irrelevante. Se cambia para mejorar, para adecuar el texto a los tiempos, pero lo peor que puede suceder es hacer esas modificaciones con prisas.