Acaba de publicar su segunda novela juvenil, El chico de la flecha. Una aventura en Emerita Augusta. Se atreve, además, con el género histórico. Sin embargo, las inquietudes de su protagonista, Marco, podrían ser las de cualquier joven del siglo XXI.

-¿Cómo surge El chico de la flecha?

-De una conversación con una buena amiga de la infancia, que durante una escapada de fin de semana me recordó cómo les contaba historias sobre la época romana (y otros cuentos) a las niñas de la clase. Y de una cosa en otra, me animé a ello.

-¿Qué vamos a encontrar en esta obra?

-Aventuras, valores, mucha historia y unas cuantas historias.

-Es arriesgado escribir una novela histórica para público juvenil?

-Es arriesgado escribir para el público juvenil, no importa qué. Yo creo que si logro transmitir mi pasión por esa época y conecto con el gusto por la historia de muchos chicos y chicas, el riesgo será muy pequeño.

-Quizá la clave es encontrar un personaje como el de Marco, que podría ser cualquier joven de nuestro tiempo.

-Claro, Marco y sus amigos (Aselo, su hermana, y alguna otra chica que aparece en el libro) son tan de verdad, y sienten, sufren y dudan como los chicos que vemos ahora en los institutos: pero viven otra realidad, otro mundo, literalmente. Y en ese contraste está lo fascinante.

-¿Falta más de este género para los más jóvenes?

-Yo creo que sí. Pero deberían decidirlo ellos, y pedirlo.

-Sin embargo, la novela histórica (para adultos) está en pleno apogeo.

-Nunca he creído en una división radical entre literatura juvenil y de adultos. No tiene sentido que adultos que leen con avidez novela histórica no la encuentren de jóvenes en sus librerías.

-¿Por qué parece que no interesa tanto la Historia entre los jóvenes?

-Sí interesa: pero saberla, o jugar con ella, o emplearla como un recurso o como una evasión, no tanto estudiarla.

-¿Es problema de la Historia en sí o de quien la cuenta?

-De quienes la contamos, claramente.

-¿El principal escollo está en las escuelas y en su forma de contar la Historia?

-Vivimos en una sociedad muy presentista, sin pasado ni futuro, que desprecia las Humanidades, y que no muestra particular interés en el análisis. Y eso se refleja en la escuela, claro, pero también en los medios de comunicación, o en la política.

-Es su segunda novela juvenil. ¿Qué tiene el género que le ha llevado a repetir?

-Su agilidad, su rapidez? es muy divertido escribir para chavales.

-¿Cómo es el público juvenil?

-En general los jóvenes son muy espontáneos, sinceros, divertidos, no siempre fieles. Y difíciles de contentar.

-Hace unos días también dio un monólogo, una nueva faceta. ¿Le atrae el teatro?

-Me apasiona, y todo lo que tenga que ver con un escenario. En todas las facetas posibles (quizás menos la producción). Es un contacto directo y maravilloso con el público, romper el aislamiento de escribir historias.