Quizás el fruto más notable del "año que no tuvo verano" -aquel 1816 en el que Europa, a consecuencia de la erupción del volcán Tambora, padeció un interminable y crudo invierno que multiplicó las hambrunas- fuese la novela Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary W. Shelley. Convertido ya en parte de un legado cultural universal, el relato reflexionaba sobre las consecuencias, tanto éticas como de otros tipos, de resucitar a los muertos. Dos siglos después, el cine ha usurpado el lugar de Victor Frankenstein y periódicamente, unas veces por necesidad y otras por cuestiones más controvertidas, nos sorprende con inesperadas "resurrecciones" de celebridades del pasado. Una práctica llevada al extremo en Rogue One, la nueva película de la saga Star Wars, con la recuperación digital del actor Peter Cushing, lo que ha generado un intenso debate sobre los límites de la representación.

La polémica ha arreciado en los medios de todo el mundo, lo que ha llevado a Lucasfilm, productora de la película, a defenderse alegando que se trata en realidad de "una forma de maquillaje digital", ya que los rasgos de Cushing se han superpuesto, mediante el uso de la técnica digital conocida como CGI, sobre el rostro del actor Guy Henry. La productora sostiene además que la presencia de Cushing era necesaria para mantener la coherencia de la saga.

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