Hoy se cumplen 40 años de los asesinatos de los cinco abogados laboralistas en un bufete de Atocha, en el centro de Madrid. Un atentado perpetrado por un comando fascista en 1977 que, según apunta el catedrático de Historia José Gómez Alén, marcó definitivamente la senda de la Transición. El catedrático gallego presenta ahora el libro Cristina, Manuela y Paca (Península) junto a los historiadores Rubén Vega e Irene Díaz, sobre las vidas de las abogadas, políticas y activistas Cristina Almeida, Manuela Carmena y Paquita Sauquillo.

-¿Cómo surgió la idea de escribir esta biografía a tres bandas?

-Este libro es consecuencia de un proyecto de investigación que Rubén Vega y yo comenzamos en 2006, es el sexto libro que publicamos sobre la abogacía democrática española. Estas tres biografías deberían haber ido en un libro anterior pero en las entrevistas que les hicimos entre 2010 y 2012 me di cuenta de que debíamos dedicarles un libro a ellas porque sus vidas, de forma diferente a las del resto de abogados, se entrecruzaban en diversos momentos de los setenta años que tenían en aquel momento. Son de la misma generación, coincidieron en la misma facultad en Madrid y en el mismo curso y desde ese momento ya coincidirán hasta hoy.

-¿Cuando hicieron las entrevistas Carmena se planteaba entrar en política?

-La primera vez que hablamos con ella en 2010, que grabamos doce horas de conversación, lo más alejado que había de la política era Manuela Carmena. Cristina y Paquita siempre han estado muy integradas en la vida política sin dejar de lado su actividad profesional mientras que Manuela no. Ella hace las oposiciones a juez pocos años después de Atocha y durante treinta años se dedica exclusivamente a la judicatura. Y hoy, después de que amigos la convencieran para limpiar el Ayuntamiento de Madrid, es alcaldesa. Manuela había limpiado su juzgado en Plaza de Castilla de las corruptelas que durante los años ochenta ocuparon las páginas de los periódicos pero la gente se olvida de esa cruzada suya contra la corrupción.

-¿De qué manera las une el atentado de Atocha en el 77?

-Se ven mezcladas directamente. Manuela porque dirigía los dos despachos de Atocha. Ellos tenían presión de la ultraderecha y sabían que estaban en el punto de mira. Parte de los abogados que estaban reunidos eran del despacho de Cristina Almeida y, por desgracia, Paquita perdía allí a su hermano pequeño -Francisco Javier- y su cuñada Dolores González quedaba muy gravemente herida; de aquel shock no se recuperaría nunca. Las tres creen que es lo peor que les ha pasado en su vida. Hablando con ellas notas la pena en sus ojos y en el tono de su voz.

-Y hoy vuelven a coincidir.

-Pues sí, Manuela dirige un ayuntamiento. Cristina está metida en la comisión de la verdad y las asociaciones de la memoria histórica, y Paquita vuelve a confluir en eso de la memoria con ellas porque lleva una comisión sobre este asunto en el Ayuntamiento de Madrid.

-¿Por qué parece que siempre hay obstáculos para hablar de memoria histórica y el franquismo?

Como historiador muy centrado en la dictadura veía que el papel de los abogados en esa época iba mucho más allá de la simple defensa procesal. Sin ellos el movimiento obrero no podría hacer lo que hizo. Nos metimos en esto también por interés memorialístico porque parecía que la democracia a España la trajeron cuatro sentados en un despacho y sabemos que la trajo la presión social en la calle. Como la de los abogados, que se enfrentaban al aparato judicial del franquismo, el ala más dura.

-¿Por qué no se recupera la memoria de la represión franquista?

-¿Por qué no se revisan los consejos de guerra y se declara su nulidad? ¿Por qué los nietos de los desaparecidos en la Guerra Civil tienen que buscar a sus familiares en las cunetas y eso no se hace por ley como pasa en otros países? El Estado tiene la obligación de buscar a esos 130.000 desparecidos. Al final alguien acabará imponiéndolo y, seguramente, sean las instituciones supranacionales; pero es algo que debería emanar del Estado.

-¿Qué significó el atentado de los abogados de Atocha en la Transición?

-Fue algo que nos convulsionó a muchos. Sirvió para que el país caminara definitivamente hacia la democracia porque entonces estaba en cuestión hacia dónde iba el país. Significó la legalización del Partido Comunista y que se iniciara un proceso constituyente. Todos recordamos el grito de la calle: "Amnistía, libertad y Estatutos de Autonomía". Y eso no estaba previsto. Obligó al búnker franquista a retroceder definitivamente y a los duros que tenía Suárez en el Gobierno a tragar. La sociedad y las instituciones le deben una reparación y un reconocimiento a los abogados.