El realizador, antes de que se celebrase la ceremonia de los Premios Goya de este sábado, habló con este periódico del cine clásico y contemporáneo y muestra cuáles son las virtudes y los defectos de las películas que se hacen hoy en día.

-¿Qué temas le atraerían en caso de que tuviera que hacer una película en estos momentos?

-Sería buscar un guión, un ensayo sociológico o una investigación sobre un tiempo histórico. Me atraería mucho más hacer la explosión en Atocha, de toda la masacre que hubo, porque eso es una película histórica, de cine negro, social, misteriosa, porque no sabemos exactamente cómo aquellos tipos con esos teléfonos móviles hicieron esa catástrofe. Y ahí hay un impasse, cambia el régimen, cae el PP, y es un paso importante en la historia de España. Probablemente los cambios históricos últimos más importantes estarían en la muerte de Franco, la llegada del Rey y la democracia, y ahora creo que lo más importante que ha ocurrido es la catástrofe de Atocha. Pero eso lo tiene que hacer gente más joven y con más medios.

-¿Cree que le sería difícil competir con los nuevos directores?

-Yo no estoy ahora para ponerme a rodar con cabezas calientes, y con drones, porque no. John Ford, por ejemplo, no rodó con una grúa en su vida. Pero no es algo con lo que yo me sintiera cómodo. Yo soy más bien de una época donde el director miraba directamente a los actores en escena. No tenía un combo, una habitación más allá por donde mirar aparte. Si ves una foto de rodaje de cualquier película de los años 30 o 40, el director está siempre mirando a los actores. Fritz Lang está mirando. Yo no soy del combo. Cuando terminaba la toma le decía al cameraman: "Buena, al laboratorio". Ahora no, ahora lo que se dice es 'vale, corta, vamos a verla', y la ve todo el mundo. Y el actor miente porque ve que tiene la tripa salidita y dice 'oye por qué no hacemos otra que yo creo que le puedo sacar más partido'. El de la luz también ve que la ha hecho mal porque tiene una sombra y dice algo parecido, y el otro, y el otro. Esto no puede ser.

-¿Cree que eso es un error que redunde negativamente en el resultado final de su trabajo?

-La proyección antes sólo la veían los directores con los productores para comprobar cómo iba el rodaje, por si faltaba un plano corto cuando le miraba él a ella, por poner un ejemplo. Yo soy de esa época y es muy difícil que me ponga al día sin tener contacto directo con los actores, que es lo que siempre más me ha impresionado de lo que era el cine. Tener a Greta Garbo al lado debería ser maravilloso. Y decirle 'a ver cómo vas a hacer la muerta, que va a quedar para siempre' y ella echar para atrás el cuello que casi se le rompe. Ahora es cine digital, puedes rodar lo que quieras. Yo tendría que hacerla, como hice las anteriores, que bastante difíciles eran, por cierto. Pero es como uno que pretende ponerse ropa joven para parecer joven. Es raro ver a Spielberg con traje. Siempre va con una gorra, zapatillas y un vaquero.

-¿Cuáles son las cosas que más le incomodan hoy en día?

-Una de las cosas que menos me gustan es que dependes mucho de las televisiones. Ahora, cuando vas a hacer la película te preguntan, '¿quién va a trabajar?'. Y cuando les respondes te dicen mete mejor a este que está en nuestra serie y que nos interesa promocionarle. Yo estoy acostumbrado a otro tipo de trabajo en el que yo podía decidir. Una de las cosas que menos me gustan del cine actual es que los actores no salen al principio en los títulos de créditos. Ya no ponen ni el título al principio. Considero que es una falta de respeto, yo quiero saber quién es el operador jefe, quién ha hecho los decorados, quiénes son los músicos. Eso lo ponen ahora al final. Y no ponen los actores, sino el director y cuarenta productores ejecutivos, y antes el casting que el actor. Pero el casting lo tiene que hacer el director. Nadie le debería decir al director cómo debe trabajar, ya que él es el mejor porque es su trabajo. Ahora hay por lo menos cuarenta productores en una película. Están el productor, el coproductor, el productor ejecutivo y el asociado. Y te encuentras a esas 40 personas en el plató y no se puede rodar. Yo soy más del tiempo de Hawks, de ese Hollywood que empiezan a añorar ahora, aquella fábrica de sueños.

-En sus filmes siempre está presente la huella de los directores más que le gustan. ¿De qué manera ha reflejado eso?

-Asignatura aprobada es como sueca, como de Jan Troell, una reflexión. El crack es más bien de Fassbinder, un poco extraña de fotografía y luz. Y Asignatura pendiente era puro Casablanca, la historia de dos chicos que se habían enamorado cuando eran unos chavales, se dejan de ver, se casan y tienen sus vidas, y en una época conflictiva, al final de la dictadura, en el cambio de régimen. Yo hice durante muchos años un cine de actualidad, como el Nodo, con Solos en la madrugada, Las verdes praderas o El crack. Todo eso era inmediato porque estaba pasando, pero me gusta hacer otro tipo de película. Sería más bien retomar algo y cerrar la trilogía de El crack.

-Acaba de publicar un ensayo sobre Fritz Lang en el que intervienen 40 expertos. ¿Qué películas eligiría de su filmografía?

-Lang es tan bueno que es difícil elegir. En Los verdugos también mueren está Bertolt Brecht. Secreto detrás de la puerta es Hitchcock. Lang trabajó con los guiones de Thea von Harbou, que es la primera gran guionista del cine. Hay unos vasos comunicantes entre Hitchcock y Fritz Lang que llaman H de Hitchcock y son intercambiables las películas de los dos, el mundo, el fetichismo, los planos. Precisamente, un western de Hitchcock es una de las cosas que más me hubiera gustado ver. O de Billy Wilder, habría sido muy curioso. Cuckor sí hizo El pistolero de Cheyenne.