No deja de ser evocador que el cierre del Congreso de la autocomplacencia y del inmovilismo del PP se haya producido precisamente un 12 de febrero. Este mismo día, hace 43 años, Carlos Arias Navarro, recién nombrado Presidente del Gobierno tras el magnicidio de Carrero Blanco, sorprendió a todos con un discurso en las Cortes que se conoció como el "espíritu del 12 de Febrero". Fue una sorpresa porque, tras la conformación de un gobierno especialmente duro y afecto al franquismo, Arias Navarro pronuncia un discurso con un tenue barniz aperturista, seguramente con el objetivo de frenar la profunda movilización social y política de la España real a favor de un nuevo régimen democrático. No se consideraba siquiera la posibilidad de los partidos políticos y proponía asociaciones, muy complicadas de montar, y que habrían de ser siempre compatibles con el Movimiento Nacional. En definitiva, una chapuza que, aun así, hizo reaccionar al búnker que, en pocos meses, dio al traste con el espíritu y con el cuerpo de aquel efímero intento. El "espíritu" era, naturalmente, un fantasma y el objetivo era seguir igual y que nada cambiase.

Así es el espíritu de Rajoy 43 años después, meridianamente expresado por el Presidente cuando afirmó, sin ambages, que "nada es preciso cambiar porque todo ha funcionado bien". Como siempre, "salvo alguna cosa", que no es otra que el reparto del poder de Cospedal con Martínez-Maíllo, pero seguir en el poder y el continuismo del modelo es el objetivo. Por eso, en el Congreso se bloquea cualquier reforma de la Constitución haciéndola imposible en la práctica, por mucho que la demanda de cambios sea un clamor general en la España real.

Este nuevo espíritu del 12 de febrero, aunque hoy no lo parezca, será también efímero porque resulta inservible, como aquel otro, para dar respuesta o salida a problemas y demandas tan reales y complejos como el de la pobreza, la precariedad y la desigualdad crecientes, a la carcoma de la corrupción, al deterioro de la democracia o a los retos de los conflictos territoriales de España. Para solucionar esto, inmovilismo y autocomplacencia o continuismo de nada sirven y eso sí que es de "sentido común".