Cuántas mercancías y objetos no habrán pasado por el puerto coruñés en su viaje desde Ultramar. En su aduana se escrutaban contenedores, baúles, fardos y maletas antes de permitir su entrada en España. En uno de los contenedores viajaron en noviembre de 1953 desde Nueva York los enseres del periodista Felipe Fernández Armesto, Augusto Assía, corresponsal de La Vanguardia, diario del que era corresponsal, y de su mujer, María Victoria Fernández-España y Fernández-Latorre, Totora, nieta del fundador de La Voz de Galicia.

El periodista concluía en Estados Unidos su último destino como corresponsal del diario del conde de Godó y volvía para quedarse en España. Por delante había enviado sus pertenencias: "varias cajas con cerca de mil libros, nuestro archivo profesional, unos diez cuadros antiguos, esculturas también antiguas, alfombras persas, varias docenas de toallas, ropa de cama, cortinas", así como "el ajuar entero de cocina, una aspiradora eléctrica, un aparato de radio, una máquina de lavar y una nevera eléctrica".

Pero hete aquí que el frigorífico quedó retenido en la aduana de A Coruña. "Si hubieran retenido todas las cosas yo hubiera comprendido perfectamente que es que no había reconocido la aduana mi derecho al traslado de domicilio sin mi presencia física, a pesar del certificado consular. Pero el hecho de que dejaran pasar el resto de las cosas y en cambio hayan retenido la nevera me deja perplejo", escribe Fernández Armesto al administrador de la aduana, Diego Delicado.

Fernández Armesto (A Mezquita, Ourense, 1904-Xanceda, A Coruña, 2002) y Totora acababan de levantar su casa del número 25 East 9 Street, de Nueva York, a principios de mes, y se hospedaban en el Hotel George Washington.

Fernández España, también periodista -firmaba como Victoria Armesto- llegaría a ser diputada por Alianza Popular y vicepresidenta del Parlamento hasta romper con Fraga por su postura abstencionista en el referéndum de la OTAN.

Vivían en el hotel a la espera de la orden de salida hacia Hispanoamérica, en ruta hacia España, y habían enviado sus enseres a bordo del trasatlántico Covadonga, con Paloma Rey Fernánfez-Latorre, cuñada de Assía, que llevaba al hijo del matrimonio, Juan, de diez meses de edad, y que con los años llegaría a presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores con Aznar.

Para Assía constituía una extrañeza la retención de la nevera, imprescindible para "conservar los alimentos" de su hijo, "criado por imperativos de las circunstancias en el sistema americano, que ahora no puede serle cambiado de repente". Eran "las primeras cosas que yo he enviado nunca a España en los 25 años que llevo sirviendo a mi periódico desde el extranjero", recuerda Assía, que en Berlín asistió en los años veinte al ascenso del nazismo, hasta ser expulsado por filocomunista. De regreso a España, sirvió al franquismo. Informó de la Guerra Mundial desde Londres a partir de 1939, apostó por los aliados y sus crónicas le hicieron famoso. Cubrió los juicios de Nuremberg y en 1950 fue enviado por La Vanguardia a EEUU, desde donde vivió la guerra fría. Sus últimos años fueron en Madrid y en su granja de Xanceda.