El primer Borbón que llegó a ser rey lo fue de Navarra y, tal día como hoy en el año 1594, fue también el primer Borbón rey de Francia. Era Enrique III de Navarra y IV de Francia. Aunque fue bautizado en el catolicismo, su madre lo educó en el calvinismo y él mismo defendió la causa hugonote, pero tuvo que cambiar de religión para acceder, primero, a la corona de Navarra y luego a la de Francia. Fue el que dijo: "París bien vale una misa". Así empieza la accidentada historia de los reyes Borbones que hoy todavía mantienen o quizá detentan la corona de España y el Gran Ducado de Luxemburgo. No sé lo que estará pasando en Luxemburgo pero, aquí en España, los Borbones no atraviesan su mejor momento precisamente, por mucho que se tejan cordones de seguridad y de impunidad a su alrededor. Juan Carlos de Borbón abdicó, o mejor, tuvo que abdicar hace como un par de años, seguramente para tratar de salvar la institución monárquica sobre la que se había establecido una veda desde el comienzo de su reinado, con un acuerdo general tácito, que hacía la corona intocable para la opinión publicada y realmente desconocida para la opinión pública. Se abrió la veda y se produjo la epifanía de las vergüenzas de la Casa. Tal fue la epifanía que hubo que blindar al monarca emérito inmediatamente de su abdicación para evitar que estuviese hoy en los tribunales, como están su hija y su yerno pero, aún así, no se han podido evitar sospechas. Fundadas unas y otras menos. También hubo que blindar al sucesor, Felipe VI, esta vez para protegerlo de su propia familia, los Borbones, por lo que la familia real quedó reducida oficialmente a solo seis miembros: él, su mujer, sus padres y sus hijas. Con esto pretendían que los escándalos de la familia no afectasen a la corona, pero han fracasado porque el curso implacable de los acontecimientos, el exceso de celo monárquico, las tentativas de protección de los encausados y la búsqueda desesperada de su impunidad está consiguiendo, muy probablemente, que el desprestigio de la corona esté llegando a sus cotas más altas, por mucho que el Rey mantenga una gélida distancia de sus problemáticos familiares.

En definitiva, que Dios salve al Rey porque, si no, lo tiene crudo.