Un Gobierno sin presupuesto, viene a ser un gobierno en funciones. Y así llevamos prácticamente dos años. No sé si con un gobierno, digamos, normal las cosas podrían irnos mejor ahora, pero lo que sí sé es que con el Gobierno en funciones, de jure o de facto, las cosas han ido bastante mejor que cuando el Gobierno de Rajoy estaba, digamos, en plenas facultades. Esto viene a revelar que para el discurrir normal e incluso positivo de la vida social y política, un gobierno en funciones y la llamada inestabilidad política es mejor que un Gobierno de Rajoy con mayoría absoluta. ¡Cuánto se nos alarmó y se nos amenazó con un Parlamento excesivamente fragmentado o con una situación inestable! ¿Y que pasó cuando se ha producido? Pues nada o, al menos, nada grave. Al contrario y en los que respecta a lo que más se baraja desde el poder, las cosas de la macroeconomía no dejaron de mejorar, ahora volvemos ser alguien en Europa al apuntarnos a la UE de alta velocidad y Rajoy, sin presupuestos, se ha convertido en el dirigente más estable de las cuatro grandes. Esto es una cara de la moneda.

La otra cara de la moneda es que con Gobierno en funciones o normal, con presupuestos o sin ellos, la pobreza aumenta, la desigualdad se incrementa, la precariedad se asienta y hace crónica, la corrupción se resiste, la democracia se deteriora y las libertades se resienten. Con lo que es adecuado concluir que, a pesar de los avances de nuevas fuerzas políticas y su irrupción en el Parlamento poco de lo más substancial ha cambiado y que el viejo modelo bipartidista, denostado por los nuevos partidos, persiste, en funciones o sin presupuestos, pero persiste. Lo que quiere decir que la tan temida inestabilidad es todavía insuficiente para estabilizar algo en este país o, al menos, en la parte del país que paga y ha pagado los platos que no rompió.

Es falso que un Gobierno en funciones y sin presupuestos no se pueda sostener y servir a los intereses -casi siempre inconfesables- que siempre ha defendido y es falso que un Gobierno como el que tenemos, en funciones o no, sirva para satisfacer los llamados intereses generales que, digo yo, serán los de la mayoría. En definitiva, nos han colado y nos siguen colando moneda falsa.