-Tras estudiar el fenómeno de la segunda generación de la inmigración, ¿cree que están realmente integrados en el país en el que viven?

-Sí. Aquí en España no se han producido explosiones de descontento entre hijos de inmigrantes como ha ocurrido en otros países europeos. Esto tiene que ver con un proceso de incorporación relativamente suave, han ido tomando poco a poco su lugar en la sociedad sin que se les haya impuesto un modelo desde el estado. Eso ha llevado a menores percepciones de discriminación y a una mayor identificación con el país. Pese a las dificultades económicas y políticas que ha atravesado España, el proceso de integración de los nuevos españoles ha sido exitoso.

-¿No se prevén aquí conflictos sociales en ese sentido?

-En términos generales no, pero hay excepciones. Hay hijos de marroquíes que se radicalizan porque hay gente que los radicaliza pero en la gran mayoría de los casos los hijos de inmigrantes se integran, estudian, trabajan y se identifican como españoles aunque sigan siendo musulmanes. Los casos de radicalización son muy contados, no es un proceso uniforme de descontento. Lo que nos preocupa de las encuestas que hicimos es que muchos hijos de marroquíes se quejaban del acoso policial. Hay que tener cuidado porque si se imitan los modelos franceses, van a crear un problema que no existe.

-¿De qué depende en mayor medida el éxito de esa integración, del idioma, de la religión, de la situación socioeconómica?

-A los hijos de inmigrantes con mayor educación y mayor estatus socioeconómico les resulta más fácil el proceso, pero en general el éxito en España se debe a dos factores. Por un lado, las autoridades escolares han sido muy proactivas para facilitar la integración. Segundo, que la sociedad receptora no los ha acosado. La racialización revierte en una identidad reactiva como ha ocurrido con la segunda generación en Francia, que se niegan a llamarse franceses y eso es muy grave. Aquí no encontramos ni un caso de jóvenes que dijeran que no querían ser españoles.

-¿Cómo ve el auge de los populismos antiinmigración en Europa?

-Hay que fijarse en que no los hay en España. Aquí no existen partidos de extrema derecha que demonicen a los inmigrantes. En el resto de países existe un proceso acumulativo en el que la radialización de los inmigrantes y su reducción a las periferias urbanas lleva a la radicalización y a actos de terrorismo que a su vez generan una reacción peor y xenofobia. En el caso francés u holandés los hijos de inmigrantes tratan de adaptarse mientras escuchan a grupos políticos decir que si llegan al poder los van a expulsar y eso crea una confrontación con la población nativa muy seria.

-Trump ya ha vetado la entrada de población de determinados países y endurece la frontera con México. ¿Provocará un aumento de la xenofobia?

-Nos enfrentamos a algo muy peligroso, que vayan hacia el modelo francés en lugar de hacia el español y creen problemas donde no los hay, sobre todo con los musulmanes. En el caso de los mexicanos aún es más patente, no hay ni un caso de terrorismo, son la fuerza laboral para la enorme economía americana. Crear esa muralla es un gasto innecesario, ahora van con visas temporales y no de forma ilegal, y su significado simbólico es profundamente negativo. Puede llevar a un efecto reactivo de confrontación que no existía, así que estamos muy preocupados.

-Como cubano, ¿cree que Trump cerrará el movimiento aperturista de Obama o no hay vuelta atrás?

-No se sabe. El colectivo cubano de Miami votó por Trump. Es posible que haya una reversión.

-Sociológicamente, ¿en qué momento se encuentra la sociedad cubana tras la muerte de Castro?

-Pese a ser cubano, no he estudiado Cuba como sociólogo. Mi opinión personal es que están en un compás de espera, de ver qué ocurre. Nadie tiene autoridad para decir si habrá una especie de sucesión monárquica con un hijo de Raúl Castro o nuevos actores pueden abrir la sociedad que se llama comunista hacia una democratización gradual. La situación es profundamente incierta.