Libres de la presión frenética del tráfico, Puerta Real y la Marina son hoy espacios bien ganados para mayor confort del vecindario. Esto pensaba yo, en la terraza del Noray, disfrutando del sol suave de la mañana en este primaveral declive del invierno. Mi dolce far niente se interrumpió con la llegada de mi amigo, "el sociata atormentado", que se desplomó en la silla de al lado con un "¡qué bien vives!" de saludo. Miró la portada de LA OPINIÓN y le faltó tiempo para su acostumbrado desahogo: "Esto no hay dios que lo arregle. Se presenta la Susana".

"Era visto", le dije, "y además es probable que gane. Luego a coser y a ir tirando, que es lo que os toca". Me miró por encima de las gafas, emitió un soplido, bajando la cabeza como resignado y soltó:

-"¡Otro que tal baila! Con solo presentarse Susana, nada podrá coserse ni zurcirse, gane quien gane. Habrá deserciones, si no escisiones, se encanallará la confrontación y el debate y nos iremos al carajo. Seremos residuales. Y lo verás en las elecciones que se adelantarán sí o sí. Da igual que gane Susana o Pedro, porque lo que es Patxi desaparecerá del mapa. La cosa está así: Si pierde Susana, se van a la mierda ella y el partido con Pedro Sánchez; y si gana, se va ella con el partido"

-"Es decir -apostillé- que no tenéis salida".

-"Pero sí la habría si Susana y los suyos tuviesen sindéresis, renunciara a su candidatura y ella, al menos, se declarase formalmente neutral. Lo más probable sería, entonces, que ganara Patxi López porque indudablemente concitaría el apoyo del aparato, de las baronías, de las vacas sagradas y de los más centrados del partido, además de atraer incluso algún apoyo actual de Sánchez. En este caso, la situación seguiría siendo difícil pero mucho más gobernable, porque el acuerdo y la aceptación mutua de Patxi y Sánchez es posible. Se salvaría el partido que mantendría su unidad esencial y podría pensarse en la recuperación. Con Susana, solo de candidata, esto es imposible".

Tras la perorata se quedó como aplanado. Le puse la mano en el hombro y le pregunte: "Oye, ¿cuántas veces te equivocaste en política". "Miles", me dijo. "Entonces, tranquilo. ¡Hay esperanza!". Y seguimos disfrutando de la terraza del Noray.