No tiene calle ni título de hijo predilecto, y a muy pocos dirá gran cosa el nombre de José María Rodríguez Pardo, un lucense que llegó de niño a A Coruña en la segunda mitad del siglo XIX con una mano delante y otra atrás y se convirtió en el emperador de la hostelería local y gran promotor urbanístico en los albores del XX. Los cafés, hoteles y restaurantes más elegantes y lujosos de la A Coruña de aquellos años se deben a la iniciativa de Rodríguez Pardo, un hombre sin estudios pero que alcanzó gran refinamiento y exquisito gusto. Fue concejal durante veintidós años y un importante benefactor de la ciudad. Su entierro, en el cementerio de San Amaro, constituyó una ingente manifestación de duelo. Agudo empresario, Rodríguez Pardo, que primero tuvo una prestigiosa sastrería y tiendas de ropa, fue, ofreciendo banquetes, un precursor del catering, hoy tan en boga; extendió el negocio de los famosos cafés Méndez Núñez a otras provincias y e incluso fuera de Galicia.

"José María fue un controvertido hombre de negocios. De él se decía constantemente que era un loco, que estaba arruinado, que emprendía cada día un nuevo negocio y que 'acabaría muy mal'. Con estas y otras lindezas semejantes se le honraba frecuentemente. Pero lo cierto era que, loco o chiflado, descabellado en sus planes, la ciudad de La Coruña tuvo la suerte de contar con una persona de tanta iniciativa, con una actividad a prueba de bomba", señalan unas antiguas Crónicas coruñesas.

Rodríguez Pardo llegó con nueve años a A Coruña tras enviudar su madre, que le inició en el oficio de la sastrería. Se estableció en la calle Panaderas y, ya como sastre renombrado, se trasladó a la calle Real. Tuvo las primeras lunas biseladas en un escaparate y la primera máquina Singer de la ciudad. Los trabajadores se levantaron en huelga contra esa modernidad que ahorraba mano de obra y solventó la situación trayendo personal desde Santiago. Años después, trasladó la sastrería a otro inmueble de la misma calle donde ya tenía un negocio de venta de telas y novedades, además de una camisería y tienda de modas y una sombrerería.

En 1886 dejó el negocio de sastrería e inauguró el primer café llamado Méndez Núñez, en honor al ilustre marino. Decorado lujosamente, estaba a la altura de los mejores y más elegantes cafés de España. "Hermosas mujeres, gomosos enfermizos, hombres serios, bizarros militares, graves jurisconsultos" ocupaban cada día las sillas del moderno establecimiento, de lujosa decoración, con profusión de espejos y de impecable servicio. Con el mismo nombre, fundó otros cafés en Vigo, Santiago, Ourense, Pontevedra y Lugo. Lanzado como estaba a la hostelería, Rodríguez Pardo llegó a abrir hasta una docena de establecimientos, entre cafés, restaurantes, quioscos y merenderos.

La llamada casa Caruncho, ante el Obelisco, se convirtió en todo un estandarte cuando, ya en los albores del siglo XX, Rodríguez Pardo instaló allí el café Oriental, en el bajo; el restaurante Ideal Room, en el entresuelo, y el Palace Hotel, en las tres plantas superiores.

El Ideal Room sirvió banquetes a los visitantes más ilustres de la ciudad, entre ellos el ofrecido al rey Alfonso XIII, en 1907, y en el Palace Hotel se hospedaron futuros presidentes de Gobierno como Azaña, Dato y Lerroux e intelectuales como Ortega y Gasset. El infante Augusto de Portugal quedó tan satisfecho de su estancia en el hotel que, en prueba de agradecimiento, el rey de su país condecoró a su propietario, como contó el escritor y académico Félix Estrada Catoira.

El Café Suizo, donde se tomaban helados, o Los Milaneses, con baile y cante flamenco; el Café Suizo o Ambos Mundos, en el Cantón, -¡servido por señoritas!, una osadía para la época- fueron otras de sus ofertas de ocio, como el Café de la Cuesta, frente al cuartel de Atocha o el restaurante La Perla, en los jardines de Méndez Núñez, donde también instaló un quiosco de refrescos, o un merendero en la plaza de Lugo, donde luego se levantaría la casa Viturro.

Sus servicios para banquetes, comidas o lunchs eran muy solicitados. En Bilbao, donde abrió tres establecimientos -otro café-restaurante Méndez Núñez, el Salón-Concierto y el Café de la Bolsa- la popularidad de Rodríguez Pardo fue tal que le confiaron un banquete para más de mil personas, ofrecido por la Diputación con motivo de la visita de 500 ingenieros británicos a las minas de Somorrostro.

Se volcó en la urbanización de la ciudad. Construyó la primera casa de la plaza de María Pita, edificó las más primeras casas de galerías de la calle Juana de Vega, inició la urbanización del barrio de Atocha, hasta Orillamar y levantó una manzana de viviendas en la plaza de Pontevedra. También en este aspecto fue singular: le gustaba dirigir en persona las obras de sus casas y él mismo hacía la distribución de los pisos y de las habitaciones.

Fue uno de los impulsores de la construcción de la plaza de toros, tomó parte activa en las obras del Lazareto de Oza y del grupo de casas del Campo de Marzo.

De su generosidad son acreedores el Circo de Arsanos o el Círculo Cervantes, que amuebló, y el Sporting Club, con el que fue especialmente espléndido, pues pagó bicicletas para los socios, cedió un espacio para el salón de esgrima y, cuando la sociedad abrió el Parque en la calle Juan Flórez, construyó por su cuenta un quiosco para el servicio del bufet.

"Sin la locura de un vecino entusiasta y un industrial activo como ha sido este hombre", señalan las crónicas, "nuestra ciudad no hubiese tenido unos establecimientos tan acogedores para el disfrute del ocio".