Es lugar común achacar a Rajoy su impasibilidad ante los problemas o conflictos, su inacción o incluso una cierta vagancia o desidia. Es la viñeta del Mariano recostado y fumándose un puro. Pasividad o desidia que el presidente sabe adornar con su galaica retranca, con fina ironía y a veces con significativo sarcasmo. Sin ir más lejos, recordemos su reacción ante la victoria en primarias de Pedro Sánchez: No lo llamó para felicitarlo "por no molestar" al tiempo que emitía un tuit de felicitación al Real Madrid por ganar la liga. Hay verdad en todo esto, lo que no quiere decir que Rajoy se esté totalmente quieto y girando solo sobre sí mismo, en plan estafermo ante las acometidas de sus adversarios. Él se mueve aunque, para el espectáculo, asuma irónico el papel de Don Tancredo. Digamos que se mueve en aquello que para él es esencial y determinante para salvar las ideas y el pellejo, suyas y de los suyos. Se mueve y lo hace con discreción, arteramente, casi en la clandestinidad. Se mueve en lo que él considera su política económica para que los suyos crezcan a costa de crear empleo miserable bajo las más estrictas directrices neoliberales o para que su partido y sus afines ocupen las decisivas cúpulas de instituciones judiciales antes de que se juzguen las principales causas de corrupción con tres objetivos fundamentales: evitar que las investigaciones puedan ir más allá de la puntita del iceberg de la corrupción, que es lo que únicamente salió a la luz; tratar de que los "daños" penales para sus corruptos, descubiertos y ya imputados, sean los mínimos posibles; y conseguir un entramado legislativo que coarte la protesta y la contestación democráticas. Y la cosa le va bien. De momento ya tiene, además del Consejo del Poder Judicial, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y la nueva Sala de Apelaciones, que podrá revisar todas las causas penales por corrupción pendientes; y una normativa mordaza que ya produce sus frutos. Un alabar a Dios. Creo que estamos -y no es alarma sino de momento alerta- ante la mayor ofensiva antisistema, antisistema democrático, desde el 23-F. Y es que Rajoy parece quieto, eppur si muove alrededor de este maldito sol neoliberal que todo lo quema.