David Calles (Madrid, 1972) se encontró en el paro con treinta años y una carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones. Entonces, decidió volver a trabajar en la academia de apoyo en la que, mientras hacía la carrera, había dado clases. La misma a la que había ido cuando había suspendido matemáticas en su etapa estudiantil. Ahí fue cuando decidió dar un giro radical a su vida y dedicarse a la formación porque "no cambio la sonrisa de un chaval por programar móviles". Hoy en día cuenta con casi un millón de suscriptores en la plataforma de vídeo YouTube, fue elegido por la revista Forbes como una de las cien personas más creativas del mundo y, hace unos meses, viajó a Dubái como finalista de los premios Global Teacher Prize, "los Nobel de los profesores".

-¿Cómo nació su proyecto?

-Mi proyecto, llamado Unicoos, nació cuando me di cuenta de que no me daba tiempo a explicar todo lo que quería en las clases particulares que daba. Además, coincidió en el tiempo con la crisis económica, por lo que muchos de mis alumnos se tuvieron que desapuntar. Vi que había muchos vídeos similares en internet pero en todos faltaba pasión, no te enganchaban, así que empecé a grabarme, aun cuando tengo muchísimo miedo escénico, para ayudar a la mayor cantidad de gente posible, enseñarles con mis vídeos y hacerlo de manera gratuita. Esto beneficia a alumnos que refuerzan sus conocimientos, y a profesores que utilizan mi trabajo para desarrollar el modelo flipped classroom o clase invertida, en la que los alumnos en casa ven mis vídeos y en clase debaten o resuelven dudas, ya que llegan todos con un nivel similar.

-¿Cuál es el nivel de la educación en España?

-Más que de nivel hablaría de ganas de hacer cosas diferentes, de tratar de introducir nuevas dinámicas en clase y cambiar el sistema para que se adapte a los chavales. El nivel tiene mucho que ver con los informes PISA y las notas que sacan los chavales en determinados exámenes en los que no creo. Hablaría más de conseguir que intenten ser mejores, motivarles para estudiar. Hablaría más de motivación que de notas.

-¿Por qué está tan denostada la educación en este país?

-Es muy fácil meterse con la educación y echarle la culpa al sistema educativo. La educación tiene tres problemas: las instituciones, los profesores y las familias. Es muy fácil echarle la culpa a los profesores cuando el verdadero problema lo tienen las familias y las instituciones que van dando tumbos, cada cuatro años cambiando las cosas y haciendo cosas que no tienen sentido como quitar la selectividad para volver a ponerla y que los chavales ni siquiera supieran hace unos meses qué iba a entrar en el examen. Hay cosas que hacen que el sistema educativo esté bastante perdido porque no hay un pacto educativo. Pero es evidente que hay profesores que se tienen que poner las pilas y abandonar la zona de confort en la que se encuentran para adaptarse a los cambios. Eso sí, debería ser la profesión mejor pagada junto a la medicina porque creo que son las más importantes.

-Hablaba de las familias. Es importante que la educación fuera de l as aulas dé un paso al frente.

-Claro. Las familias somos la parte más importante de la educación de nuestros hijos. Lo que recibes en casa es lo que luego plasmas en el instituto. No habría tanto acoso escolar si no se potenciaran determinadas actitudes. Hay que enseñar a nuestros hijos a trabajar en el respeto a los demás, en la tolerancia, en no ser mala persona. Los padres hemos delegado demasiado en los profesores, tenemos que hacer mucho más de lo que hacemos actualmente.

-¿Cómo son las nuevas generaciones de estudiantes?

-No toleran el fracaso. Ni siquiera hablaría de miedo, es que no toleran fracasar. En cuanto tienen algún problema se frustran muy rápido. Suspenden una asignatura y ya quieren dejar la carrera. Tienen todo lo que quieren por norma general, se creen que todo es muy fácil de conseguir y no están acostumbrados a que las cosas les vayan mal, les cuesta mucho afrontar sus fracasos. La única forma de aprender es fracasando. Son víctimas de una sociedad que le ha ofrecido un montón de cosas pero no les ha enseñado cómo usarlas.

-¿Se está formando para la vida real?

-No. Los chavales no entienden qué tiene que ver lo que están estudiando con la vida real. No son conscientes de que todo lo que están estudiando les va a servir para el día de mañana desempeñar un papel en la sociedad. Hay que hacer que vean eso para que se pongan las pilas, intentar relacionar todo lo que les rodea con lo que estudian en clase y tratar de que sean críticos, que suelten los móviles y se pregunten el porqué de las cosas. Eso sí que es tarea de los profesores.

-¿Hacia dónde va la educación del futuro?

-Si tuviera que soñar me imagino un aula en la que los chavales están sentados en círculos, en las que no hay tantos exámenes ni pruebas PISA ni informes de capacidad, y en la que se potencia más otros valores sociales. Sobre todo trabajar en equipo, que sepan respetarse y hablar en público, defender su opinión o articular un discurso. No todos tienen que sacar un 10, sino que hay que buscar las capacidades de cada alumno, cuando encuentre su vocación, va a ser imparable. Hay que ayudarles no a que sean los mejores, pero al menos que sean lo mejor que pueden llegar a ser. Ese es el reto, tratar de encontrar la capacidad de cada uno. El profesor tiene que ser un guía, los alumnos tienen que ser los protagonistas y hacerse partícipes de su aprendizaje.