El director de La vendedora de rosas estrena su última película, La mujer del Animal, un relato crudo sobre la violencia de género en Medellín y el silencio de la comunidad.

-¿Por qué se decide por un largometraje sobre la violencia hacia la mujer?

-Siempre hago películas sobre situaciones que ocurren en mi país. No pensaba hacer una sobre este tema, pero la realidad me entregó la historia.

-¿Cómo, por dónde le llega una historia tan cruda?

-La película nace porque mientras hacía otra película entrevisté a una señora que me habló del Animal. Era su marido, Libardo Ramírez, un delincuente de barrio, violador y asesino. Ella misma se presentó como la mujer del Animal y años más tarde pensé en convertir su testimonio en película.

-¿Qué cuenta en el largometraje?

-La historia arranca cuando ella se fuga de un internado de monjas porque la castigan y la quieren enviar con su padre. Le tenía pánico, era un maltratador, y decidió ir a buscar a su hermana mayor.

-¿La encuentra?

-Sí, vive en un barrio de las afueras de Medellín, lo que allá llamamos de invasión, zonas de autoconstrucción muy pobres, sin calles ni acceso a los recursos de la ciudad.

-¿Y allí conoce al Animal?

-Sí. Él la ve y el hecho de que venga de un internado de monjas le hace pensar que quiere que sea la madre de sus hijos. La escoge sin preguntarle, la rapta, la viola y la amenaza durante siete años para que no se vaya, ante los ojos de todo el mundo.

-Incide mucho en el silencio de la comunidad, ¿por qué nadie le ayuda?

-Porque nadie identifica esa situación de maltrato. De alguna manera parece que ella ha escogido estar con él. El testimonio real recuerda cómo la gente la culpaba de estar en esa situación. Eso me hizo querer hacer la película, hablar del Animal como la representación de un machismo generalizado.

-¿Ese es el objetivo?, ¿retratar la sociedad para despertar las conciencias?

-Todos somos cómplices. En la violencia de género el dispositivo no se agota en el marido y la víctima, sino también en el tercero que permite que aquello ocurra. En muchos sentidos pasa lo que yo llamo cadenas de infamia, no hay solo dos responsables.

-Usted es conocido por trabajar con actores naturales, ¿a qué se refiere?

-Trabajo con personas que creo que representan la ciudad, no me interesa la dramaturgia de los actores profesionales, prefiero la improvisación.

-¿Y cómo le sale una película así? ¡Grabará las escenas miles de veces!

-Es complicado, pero todos improvisamos en la vida. Es una forma de actuar. Sale. Para formar el equipo de 60 personas de esta película hice más de 2.000 entrevistas.

-¿El lugar también es un lugar natural?

-Sí, quería que fuese un sitio con la misma dinámica que la historia. En este caso grabamos en un barrio en las afueras de Medellín. La historia original es de finales de los años 70, cuando recién se estaban construyendo estos distritos tan llenos de violencia y pobreza.

-¿Continúan igual?

-Sí, los barrios de invasión son muy pobres y están controlados por bandas criminales, que en Colombia llamamos bacrimes, todo sigue como aparece en la película.

-¿Les dejaron filmar sin problemas?

-Hay que pedir permiso y pagar para que te dejen grabar. Al final, para poder salir nos extorsionaron y tuvimos que darles más dinero. Ponerse en manos de ellos es extraño, y soy consciente de que con esto formamos parte de la violencia como testigos.

-¿La cadena de infamia a la que se refería antes?

-Justo. Están los opresores, las víctimas y los testigos. Lo justificamos porque vamos a hacer una película sobre eso mismo, pero no sé si está bien hecho.

-Y la situación de las mujeres, ¿sigue igual?

-Quiere uno pensar que están más protegidas ahora, pero se me han acercado muchas a decirme 'mi padre era un animal, mi hermano era un animal...', inclusive doctores y abogadas, no es una cuestión de clase baja o pobreza.

-Ella, la verdadera protagonista, ¿ha visto la película?

-No, ni la ha visto ni la verá. Dice que con lo que ha vivido ya es suficiente, que solo quería contar su testimonio porque nunca nadie la creyó.

-¿Y por qué no un documental?

-Todavía hay historias que se tienen que contar desde la ficción, la realidad es demasiado dura.

-¿Quiere lanzar un mensaje a la sociedad y al gobierno?

-Sí, sobre todo a la sociedad, porque cuando no hay gobierno es la sociedad la que responde por lo que ocurre. La violencia de género no es como las demás, todos formamos parte y de alguna manera, todos alimentamos al animal.