"Por respeto a las víctimas y a sus familias, por favor, no compartas imágenes de los heridos en el atropello de la Rambla de Barcelona". El mensaje, ajustado en 140 caracteres, lo escribía el jueves sobre las seis menos cuarto de la tarde la Policía Nacional en su cuenta de Twitter.

Hacía aproximadamente media hora que se había producido el atentado terrorista que, de momento, ha segado la vida de catorce personas y las redes sociales y canales de comunicación como el WhatsApp ya estaban inundados de vídeos y fotografías explícitas de las víctimas. Pronto se abrió de par en par el debate. ¿Está bien compartir el dolor? Psicólogos y sociólogos coinciden en que hay que huir por todos los medios de las imágenes escabrosas, de fotos que puedan dar cualquier tipo de pista a los terroristas, pero que una dosis de realismo también es necesaria.

El psicólogo Julio Bobes es de los partidarios de que las imágenes se difundan. Por supuesto, las menos escabrosas. Argumenta su posición señalando que "las fotografías nos permiten recordar los hechos por encima de la escritura, por lo que no se debería de renunciar a ellas. Facilitan la comprensión y ayudan a poner la situación en contexto".

La forma que tienen de impregnarse en la memoria es mucho más profunda. Además considera que las imágenes de las que han echado mano los medios "no han supuesto un abuso, no han sido desproporcionadas".

Siempre con mesura, pero añade, es importante mostrar ciertas imágenes para que "se vea que entre las flores también hay alguna que otra ortiga. Por supuesto siempre huyendo del sadismo".

Minutos después del atentado, ya corría por servicios de mensajería instantánea un vídeo en el que se veían cuerpos tirados a lo largo de la Rambla. Pese a las advertencias de las fuerzas de seguridad la divulgación de las imágenes fue rapidísima. José Muñíz, catedrático de Psicología, es de la opinión de que estas imágenes no deberían de difundirse por varias razones. Primero, porque supone estar siguiéndoles el juego a los propios terroristas amplificando sus actos permitiéndoles que sus actos criminales lleguen a todo el mundo. "Sería algo así como ponerse del lado de ellos", señala.

Pero, explica, también hay que tener en cuenta el punto de vista de las víctimas y de sus familiares, que probablemente no sepan nada de los suyos y puedan recibir noticias.

El catedrático también reconoce que en casos como el del jueves las redes sociales son incontrolables. "El consejo sería no abusar de ellas porque la difusión de esas imágenes puede provocar un dolor innecesario a la gente que está implicada en el atentado", apunta Muñíz.

Tampoco los sociólogos tienen claros los beneficios que la difusión de las imágenes puedan tener. En primer lugar, señala el sociólogo Hans Peter Van Den Broek, porque "se está dando pistas a los terroristas" de cuáles son las acciones que está llevando a cabo la Policía. Luego, apunta, por una mera cuestión de humanidad, ya que "hay que ponerse en el lugar de la víctima en una tragedia de esta dimensión".

Y, como señalaba Muñíz, en el de los familiares. "Es muy duro enterarse por alguno de estos medios de que le ha pasado algo a algún allegado", resalta.

En atentados anteriores, como en Reino Unido o Francia, las fuerzas de seguridad hicieron severas advertencias para que estas imágenes no salieran a la luz.

"En Bruselas, por ejemplo, la policía hizo mucho hincapié en que no se difundieran ese tipo de fotografías para no dar ninguna pista a los terroristas porque en uno de los barrios donde se sufrieron los ataques se fueron realizando registros puerta a puerta", señala Van Den Broek.

Y, más o menos, lo consiguieron.