Lo va a llamar "revolución silenciosa". Ana Francisca García Trelles dirige el Foro Acce, que por sus siglas pide Arte, Cultura, Ciencia y Espiritualidad, y promueve un ambicioso levantamiento interior para cambiar el mundo cambiando, una a una, a las personas. Algo así como un retorno a la confianza en la bondad esencial del ser humano siguiendo el camino de la introspección meditativa. Repite que lo suyo no tiene nada que ver con la religión y mucho con la meditación y la espiritualidad y difunde el mensaje con empeño en contra de las afrentas de la realidad. En Montreal, este mes, ha sido nombrada embajadora internacional de la paz de Naciones Unidas.

- Su servicio, así lo dice la inscripción del reconocimiento, consiste en "traer sabiduría y verdad a la Humanidad". ¿Cómo lo ha hecho?

-La sabiduría y la verdad las tenemos todos dentro de nuestro corazón. Mi labor consiste en llegar a conseguir que las personas tomen conciencia del ser completo que son y de la capacidad que todos tenemos de poder expresar el bien que tenemos. Recibí el reconocimiento con una enorme sorpresa, sintiéndome casi apabullada pero pensando en todas las personas que están jugándose la vida en una entrega hacia los demás. Desde los que se juegan la vida en un país en conflicto a un ama de casa o un padre que luchan por su familia. Nosotros, a través del Foro Acce, aglutinamos personas de todo el mundo en un intento de ofrecer herramientas para el desarrollo completo del ser humano, para potenciar su motivación y fe en sí mismo.

-¿Cómo?

-Yo lo llamo la revolución silenciosa. Unos intentan cambiar el mundo desde fuera, llevando pan adonde no hay pan, haciendo un pozo donde no hay agua? Nosotros hacemos la revolución interior, promoviendo una transformación interna para que de ese modo los seres humanos ayuden a crear un mundo mejor para todos. Esa es la esencia de mi trabajo, hacer que nosotros, como células humanas, creamos en nosotros mismos, sepamos que somos íntegros y libres y con buenos sentimientos y deseemos un mundo mejor.

-El mundo está, de momento, cada vez más revuelto. ¿Qué ve usted a su alrededor?

-Hemos evolucionado tecnológicamente avanzando a una velocidad que casi no podemos imaginar, pero en el nivel de la conciencia del ser humano no ha habido tal desarrollo. El sistema educativo está completamente desfasado. Los jóvenes se desmotivan. No se ha registrado una evolución equiparable a la científica en la dimensión social, política, cultural. Somos una especie que genera grandes cantidades de basura que contamina las aguas, la tierra, el aire, y todo eso repercute en nuestra salud? ¿Cómo afrontar un cambio colectivo? De uno en uno. No es posible hacerlo cambiando a un gobernante por otro si no hay un cambio en nosotros mismos. Las guerras son un negocio, España vende armas? La única solución es que como individuos nos determinemos a expresar la naturaleza de bondad que tenemos.

-¿Que todo el mundo es bueno, entonces?

-Nadie piensa que un niño, con su cerebro limpio y libre de programación, sea malo. Es con el paso del tiempo, con la educación y la inserción social, cuando empiezan los miedos, la desconfianza, la contaminación. Una contaminación que está en el cerebro. En la medida en que, como hormiguitas, vamos consiguiendo empezar a creer en nosotros mismos se nos dan herramientas para recuperar lo que yo llamo nuestro estado de gracia, la certeza y la confianza en el bien que tenemos y que nos permite relacionarnos con el bien del otro, porque sabemos que el otro también lo tiene. Me gusta pensar que ayudamos a restituir la bondad en la tierra.

-¿No le frustra sentir que el planeta se empeña en caminar en la dirección opuesta?

-También hay muy buenas noticias que no salen en las noticias. La fundación del cineasta David Lynch, por ejemplo, se dedica a iniciar a niños en la meditación por todo el mundo. Es una fórmula para reencontrarnos con nosotros mismos al alcance de todos. Todos podemos acceder a estados meditativos, hasta los animales. Está en nuestra naturaleza y en ese terreno hay labores extraordinarias que no se conocen ni se difunden a través de los cauces informativos normalizados. A cambio, se intenta sembrar un miedo colectivo, porque una persona con miedo es fácil de manipular. Mi trabajo consiste en decir que hay otras formulas, que tenemos otras alternativas para luchar por el orden sin dejarnos ir en el caos colectivo. Creemos que somos libres y no es cierto, porque estamos conectados a una conciencia colectiva. Y en la medida en que tomemos conciencia podremos aprender a liberarnos, a no ser tan manipulables.

-¿Tiene muchos obstáculos muy poderosos?

-Muchísimos. Muchos que creen que ponemos en peligro su estatus y no es así. Tratamos de ayudar a mejorar, a propiciar un cambio hacia la paz interior, a estar bien con uno mismo y con los demás, a ser más solidarios, a sumar energía en lugar de pisar al otro. Y así vamos cambiando.

- ¿Demasiado poco a poco tal vez?

-Más rápido de lo que imaginamos. Somos muchas personas las que estamos deseando un mundo mejor, con justicia e igualdad, sin racismo, con bienestar para todos. Todos tenemos la responsabilidad, el regalo o el don de poder mejorar el mundo. Cuando entendamos esto, adquiriremos también una responsabilidad. Es muy bonito pensar que el mundo nos pertenece y que podemos mejorarlo viviendo con más plenitud. Esa es la verdadera revolución, que cada uno como individuo, en la parcela en la que esté, pueda decidir mejorar, vivir el trabajo de una forma trascendente de servicio a los demás. Esta sociedad consumista nos roba la identidad y tenemos que recuperarla.

-¿De qué habla cuando habla de espiritualidad?

-De esa parte trascendente del ser humano, con la que tratamos de conectar a través de la meditación. Y hay muchas formas de hacerlo. No todo el mundo puede estar capacitado para meditar al principio, pero se puede alcanzar de muchas maneras. También a través de la música, de la danza