Creo que es general la percepción de que en el tiempo y en el clima se están produciendo alteraciones, como mínimo, inusitadas. Durante los últimos tiempos las informaciones meteorológicas que recibimos nos hablan de anomalías crecientes, de continua superación de récords de calor, de frío, de lluvias, de sequías, de tormentas, de temporales o de catastróficos huracanes. La gente expresa su convicción de que "tal cosa nunca se vio" o de que inviernos o veranos "ya no son como antes". La conclusión general es que estamos ya en el momento de comprobar personalmente y en todas partes los efectos concretos y reales de aquello que se anunció, desde hace décadas, como un peligro de futuro: el cambio climático. Es decir, que estamos sintiendo en nuestras propias carnes, en nuestras propias tierras y en nuestras propias vidas que el clima ha cambiado ya y para mal. Esta comprobación es muy reciente. ¿Qué pensará hoy, por ejemplo, el primo de Rajoy que, según éste, había dicho que no se podía creer en el cambio climático, que detectaban los científicos, si éstos no podían precisar si lloverá mañana? Lo que sí sabemos es que Rajoy, poco después de esta chusca argumentación sí se ha desmarcado de su pariente, porque ya no se puede ir por el mundo haciendo el ridículo, sobre todo si eres presidente de un gobierno. Puede muy bien suceder que el primo de Rajoy esté hoy trabajando para Trump, que seguro está pensando que Irma es voluntad de Dios. En todo caso, es muy común que los gobernantes, como los reyes y caudillos de la biblia, desprecien y no hagan caso de los profetas, que no son adivinos o augures que revelan el futuro, sino, hoy sobre todo, personas sabias y enteradas que anuncian lo que vendrá irreversiblemente si no se toman en cuenta sus denuncias de las malas prácticas. Por todo ello pienso que esta comprobación colectiva de que, lo que anunciaban los estudiosos y los activistas, es ya una realidad, haga que la ciudadanía y la opinión pública cada día se movilice y presione más en defensa de la conservación de nuestro planeta en buenas condiciones, presión imprescindible para que nuestros diletantes capitostes se meneen en la buena dirección. Ojalá se llegue a tiempo.