"Somos lo que comemos", asegura la doctora Joima Panisello Royo, firme defensora de recuperar la dieta mediterránea. Su máxima es "poco plato y mucho zapato, que es lo hacían nuestros antepasados y estaban muy sanos", asegura. Es la responsable de la unidad multidisciplinar de riesgo vascular en la Policlínica San Carlos en Igualada (Barcelona) y presidenta de la Fundación para el Fomento de la Salud.

-¿Cuál es la alimentación más sana?

-Todo lo que ingerimos son los materiales con los que estará conformado nuestro organismo, hará un trabajo más eficiente y tendrá unas características u otras. Variando los alimentos tendremos un impacto enorme en nuestra salud. Hay que recuperar el modelo de la dieta mediterránea, porque es el que hemos tenido durante siglos en este país y se está perdiendo, con lo que perdemos nuestro patrón alimentario y tenemos más riesgo cardiovascular. Es una valiosísima herencia cultural y debemos volver a los principios de qué comemos, cómo lo cocinamos, cómo lo compartimos en sociedad... Debemos volver al poco plato y mucho zapato, que es un estilo de vida.

-¿Dónde está la clave de esa alimentación?

-En la simplicidad de los alimentos y su variedad. Esto ha dado una combinación perfecta, equilibrada y completa. Hay que volver a los alimentos de temporada, que aseguran una mayor riqueza nutricional.

-Se habla continuamente de la dieta mediterránea y de sus beneficios. ¿Cómo se traduce en las estadísticas?

-En la jornada de esta tarde haremos entre los asistentes un test para conocer la adherencia de los asistentes a la dieta mediterránea. El Estudio Predimed, en el que participaron 7.000 personas que padecían diabetes, tabaquismo, obesidad, etcétera, arrojó datos muy interesantes. Se les dividieron en tres grupos. A unos se les hizo cocinar con aceite de oliva, el oro líquido de la dieta; a otro se les introdujeron frutos secos y al tercero una dieta baja en grasa que se recomendaba cuando el paciente sufría ictus o infartos. En pocas semanas se registraron cambios importantes y al cabo de cinco años se demostró que la adherencia a la dieta mediterránea comporta una reducción del 30 por ciento del riesgo de sufrir un ictus, de un 38 por ciento en el caso de fibrilación cardiovascular y un 52 por ciento de sufrir diabetes mellitus del tipo 2. También se reducen las posibilidad de sufrir del síndrome metabólico, enfermedades cognitivas como el alzhéimer y de morir por enfermedad cardiovascular, o de sufrir cáncer de mama.

-¿Y por qué se ha abandonado la dieta mediterránea?

-La industrialización ha facilitado la vida, pero también ha provocado cambios en la alimentación, con la oferta de productos precocinados en vez de seguir apostando por los alimentos frescos y la cocina tradicional. Según algunos autores, también ha influido la incorporación de la mujer al mundo laboral.

-¿Qué hay que comer y cómo?

-Legumbres cuatro veces a la semana, más pescado (blanco mejor que azul), verduras y hortalizas, lácteos bajos en grasa, cereales integrales y fruta de postre. Todo fresco y de temporada, para aprovechar los nutrientes. El aceite virgen de oliva y cocinado poco a poco, a fuego lento.

-¿Y la carne?

-Blanca, pollo, pavo... sin grasa y sin piel. La carne roja debe ser poco más que decorativa. Esto también se hace al revés: se pone la carne y se acompaña de verduras, cuando debe ser exactamente al contrario. Y los huevos con moderación. La bebida, preferentemente agua.

-Aquí somos más de cuchara.

-Bien, cada tierra tiene sus referentes culturales que hay que mantener. El plato de cuchara me da poco miedo. Y me da mucho la bollería, los dulces, el azúcar. Es bueno recuperar las recetas de la abuela, aunque con menos grasas. Pero no renunciar a ella. Eso sí, hay que reducir la cantidad y aumentar el ejercicio para quemar calorías, como hacían nuestros ancestros.

-Después del verano, llegan otra vez las dietas.

-No tienen sentido las dietas rápidas. Hay que analizar qué no hacemos bien, cambiar y organizarse para que el cambio sea persistente. Es mejor hablar de dieta en su sentido etimológico, como estilo de vida, y no como castigo.

-Una preocupación médica es la obesidad infantil.

-Es un problema multicausal. Los niños han dejado de jugar en la calle, y se pasan horas delante de pantallas. El sobrepeso y la obesidad son patologías del sedentarismo, al que se suma el alejamiento de la dieta mediterránea, que se ha cambiado por los fritos, la bollería, los azúcares. Las familias deben trabajar en equipo. Deben ir a comprar juntas, y si es a la tienda tradicional mucho mejor que al supermercado, y tendrían que cocinar en equipo y hacer ejercicio. Los buenos hábitos hay que mamarlos desde la cuna.