Cada mes hay personas que contactan con la Asociación Derecho a Morir Dignamente. Les piden ayuda para terminar con su vida de una manera incruenta. Ya no quieren vivir más. Javier Velasco, miembro de la dirección federal de la Asociación de Morir Dignamente abordará esta semana en la decimotercera edición de las jornadas La muerte y el morir la dignidad de las personas en el final de su vida. Defiende que a la muerte hay que mirarla de frente y, en ocasiones, incluso, ayudarla, precisa. El psicólogo Velasco, quien durante años formó parte del comité de bioética del Hospital La Fe de Valencia, muestra además su descontento con el encarnizamiento de los cuidados intensivos contrarios a la voluntad del paciente.

-Hablará de la dignidad de las personas en el final de su vida.

-Uno de los aspectos más importantes es el de la reflexión sobre el concepto de dignidad, que es tan amplio como el de libertad o el de democracia. Hay una dignidad humana que es metafísica y que está relacionada con la visión que tiene la Iglesia Católica de nosotros como criaturas de Dios. Después tenemos la dignidad recogida en los derechos humanos. Y luego hay otros posicionamientos que son más escépticos y liberales. Todo esto lo aplicamos al proceso de morir desde una perspectiva negativa.

-¿Cómo ve que en España estén prohibidos el suicidio asistido y la eutanasia?

-Me parece que es una restricción de los derechos humanos. Hace años parecía muy difícil que se despenalizara el aborto, el divorcio o el matrimonio homosexual, y se ha hecho. Con el suicidio asistido y la eutanasia debería ser lo mismo. Vivimos en una sociedad en la que hay mucha diferencia de valores y hay que gobernar para todos.

-En este sentido, ¿se va por detrás de otros países?

-En otros aspectos sociales hemos sido pioneros y aquí hay un retraso. La muerte es un tema tabú y todavía pesa mucho la jerarquía de la Iglesia Católica. A nosotros esto nos parece más propio de la Edad Media. El ser humano es autónomo y su vida le pertenece a él, no a Dios, a la naturaleza o al Estado. Hay que definir las circunstancias, como sucede en los abortos. El problema es que todavía se producen muchas muertes indignas.

-Los avances tecnológicos, ¿pueden llegar a ser enemigos?

-Esto hay que matizarlo bien. No estoy en contra de la biotecnología médica, que tiene una capacidad de intervención muy útil. El problema llega cuando los profesionales sanitarios no tienen claro que la muerte no es su enemiga. Hay ocasiones en que no es evitable y hay que atenderla, permitirla y facilitarla. Incluso, en ocasiones, provocarla. Frases como "mientras hay vida hay esperanza" tienen que ser desterradas. Igual que se ayuda a parir, hay que ayudar a morir.

-Las personas que se acercan a su asociación, ¿qué buscan?

-Muchos piden asesoría sobre sus derechos. Otros consultan cómo pueden adelantar su muerte porque creen que su vida ya no vale la pena. Nosotros solo aceptamos peticiones maduras y que estén prolongadas en el tiempo. Hay personas que padecen enfermedades crónicas e irreversibles, como la ELA. Son las situaciones más dramáticas porque se van muriendo poco a poco. No se puede hacer nada porque no dependen de un soporte vital y la legislación no les reconoce como enfermos terminales. La respuesta de muchos es tirarse por el balcón.

-Antes hablaba de los tabúes que hay en estas cuestiones...

-Es que vivimos de espaldas a la muerte. Antes el tabú por antonomasia era el sexo y ahora es la muerte. Actuamos como si pensáramos que no nos vamos a morir. Nuestra sociedad es compleja y fomenta el hedonismo a corto plazo, inmediato, superficial. La muerte es el fin del ser humano y no queremos pensar que somos frágiles. También están muy valoradas la ciencia y la medicina, como si pudieran con todo. Nos agarramos al presente y no pensamos en el futuro.

-¿Cuál es la postura que adopta respecto al suicidio?

-Es indigno e inhumano morir sin asistencia sanitaria. Tiene que haber colaboración de los profesionales porque son los que más pueden ayudar. Desde nuestra asociación también luchamos contra los suicidios por desengaños amorosos, pérdida del trabajo o de la vivienda. Antes que defender el derecho a la muerte digna, hay que defender el derecho a la vida digna.

-¿Se muere mejor según el sanitario que atienda al paciente?

-Seguro, porque depende de la formación y la sensibilidad. Unos sanitarios son más humanos que otros. Los hay que son reacios a las soluciones terminales, dependiendo de sus creencias, lo que supone un error tremendo. No se pueden imponer los valores del médico sobre los del paciente. El enfermo es el titular de su propio cuerpo.