Su habla es sosegada, tranquila, como sus gestos. Pero contundente, para defender el principio de igualdad real efectiva y la conciliación de la vida laboral y familiar. Eduardo Rojo Torrecilla, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, participó en el ciclo Desayunos por la Igualdad en Oviedo, con la ponencia titulada "Aplicación e interpretación por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea de la normativa en materia de igualdad y no discriminación por razón de sexo en el ámbito laboral".

-Todo el mundo habla de igualdad en el mundo laboral, pero la brecha salarial se mantiene.

-El 2 de noviembre es el día de la igualdad salarial. Desde hoy hasta final de año las mujeres trabajan gratis. Eso significa la brecha salarial. La igualdad está reconocida, y no es una cuestión de índice, sino de la presencia femenina en determinados sectores de actividad con salarios por debajo de la media y de baja cualificación. Eso es lo que explica buena parte de la brecha salarial. Queda mucho por hacer en negociación colectiva para que, por ejemplo, los complementos salariales se apliquen de forma escrupulosa y también la gestión de la diversidad en la empresa.

-¿Se utilizan los complementos salariales de manera arbitraria para que ganen más los hombres que las mujeres en igualdad de categoría y desarrollo laboral?

-No debe haber necesariamente deseo de establecer diferencias con los complementos salariales. Piense por ejemplo en la mujer que tiene hijos y no puede realizar su trabajo a turnos como antes. Por ejemplo, por la noche, con lo que deja de cobrar el complemento de nocturnidad. Afortunadamente los tribunales están corrigiendo estas desigualdades al entender que se da un claro supuesto de discriminación por razón de sexo. Por eso es tan importante la negociación colectiva, para avanzar en la igualdad.

-¿La reforma laboral ha sido perjudicial para la igualdad entre hombres y mujeres?

-La reforma laboral de 2012 supuso un retroceso en el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, porque incrementó el poder de decisión unilateral del empleador y debilitó la negociación colectiva de sector. Tampoco ayudó a las políticas de igualdad porque se redujo el ámbito de conciliación de la vida laboral y familiar, aunque la ministra Fátima Báñez piense y diga lo contrario.

-¿Conciliar depende de los horarios laborales tanto como para convertirse en el centro del debate?

-La cuestión de horarios es importante para facilitar la vida laboral y personal. Pero es un debate sólo parcial. El debate se debe centrar en el ámbito educativo, con la asunción conjunta de la obligación y la responsabilidad. En el ámbito laboral teóricamente no debería haber aplicación de principios de igualdad y eso necesita medidas positivas. Yo no soy muy partidario de eso porque pueden acabar perpetuando el rol de la distinción de sexos en el ámbito laboral.

-¿No le gustan medidas como las cuotas?

-No me parecen negativas. Pero nadie discute que el 80% de un consejo de administración esté compuesto de hombres, pero sí se debate por qué el 20 por ciento tiene que ser de mujeres. Las cuotas pueden ser positivas para avanzar en política de conciliación, pero no debe ser la única medida porque en niveles inferiores sigue habiendo diferencias.

-¿Qué le parece el currículo ciego para evitar la discriminación por sexo?

-Originariamente estaba pensado para que el nombre y apellidos no significara reducir la probabilidad de acceder a una entrevista de trabajo. Pienso, por ejemplo, en ciudadanos extracomunitarios. El currículo ciego no me parece mal, pero de la experiencia de Francia ya hay debate sobre su eficacia real. Está por ver el efecto que tiene en el caso de sexo y otros componentes, como la edad, el estado civil y familiar.

-Todo el mundo habla de igualdad, pero la realidad es que no existe. ¿Hay mucho de postureo ?

-Visto en perspectiva, históricamente se ha avanzado mucho, pero mucho menos de lo que debería, no tanto legalmente como en la aplicación real.