La Xunta de Galicia ha decidido participar en el día internacional contra la violencia de género con un cartel que, con benevolencia, podríamos calificar de profundamente desafortunado. Es la imagen de tres mujeres destacando sobre emblemáticos monumentos de nuestros patrimonio (¡patrimonio!) histórico y con el mensaje O máis grande de Galicia non se maltrata. Naturalmente, fue detectado de inmediato el avieso contenido machista del mensaje que cosifica a la mujer, la reduce a un "valioso" objeto de propiedad patrimonial del hombre y lo hace a través de un presunto halago, que viene a ser el papel de regalo, frívolo y aparente, con que se oculta lo que se considera importante: en este caso, la vieja relación dominante, de propiedad y patriarcal que anida, por inducción, en nuestro subconsciente, individual y colectivo, y que, tantas veces, aflora incluso sin quererlo. Por todo ello es comprensible el error de la Xunta, como lo son tantos otros errores de instituciones y personas que no pueden evitar que emerja lo que tienen o tenemos dentro, aun en acciones o expresiones cargadas de esas buenas intenciones con que está empedrado el infierno. Esto nos pasa todos los días cuando descubrimos en cada uno de nosotros ese machismo de nuestras entrañas que se manifiesta contra nosotros mismos, y que hemos dado en llamar micro-machismo, a pesar de que tantas veces es más bien macro, como en este caso. La reacción correcta sería reconocer el error, corregirlo retirando el cartel, pedir disculpas y dar explicaciones congruentes. Como hizo el Ministerio de Sanidad con otro desafortunado cartel también de contenido machista. Desgraciadamente no fue éste el comportamiento de la Xunta y del propio Sr. Feijóo y sus adláteres, que optaron, al menos de momento, por la contumacia en el error y por el sostenella y no enmendalla con lo que, lo que debiera ser un error, se convierte en una posición política, moral o ideológica machista que, esta sí, es incompresible y vituperable.

El cartelito de la Xunta no es pues un error, sino una opción machista asumida, como lo demuestra su soberbia contumacia. Y esto es lo peor de todo, porque han decidido tomar el peor partido.