Hay joyas inimaginables en los lugares más insospechados. A veces, el tesoro está tan cerca que no se ve. Ocurre con la Tabula Philologica, una rareza impresa en Londres, entre 1833 y1834, fruto de la mente ilustrada y romántica del italiano Florencio Galli, que pensaba que serviría para cambiar el mundo. Solo se conservan dos ejemplares, uno de ellos está en la British Library, y el segundo, en A Coruña, guardado en la Biblioteca del Consulado, a donde llegó gracias a Juana de Vega, su antigua propietaria, que lo legó a la institución. La ilustrada coruñesa conoció en la capital inglesa a Galli, que había sido edecán de su marido, el militar liberal Espoz y Mina. La Tabula Philologica recoge más de 2.500 lenguas y dialectos, desde la antigüedad a las habladas a principios del XIX. Con este proyecto, de carácter filosófico y religioso, Galli pensaba que la paz llegaría a Europa, entonces envuelta en guerras. Todas las lenguas tienen un tronco común, argumentaba, por lo tanto, todos los seres humanos son hermanos y el hecho de saberlo los disuadirá de enfrentarse.

Galli enumera en su tabla más de 2.500 lenguas y dialectos y las clasifica en diferentes espacios geográficos, de las lenguas orientales a las americanas o las celtas. En España incluye el galisian, pero también distingue entre el español de México o el portugués de Portugal, diferente al de Goa y al de Brasil.

"La idea de Galli era demostrar que todas las lenguas tienen un mismo origen, igual que las religiones y, como el mundo, son una creación de Dios. Ese carácter divino de las lenguas estaría tomado del Evangelio -En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y Dios era el Verbo...-, que se relaciona con el logos platónico", explica Fernando Bouza, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense.

"Galli era tan romántico que pensaba que se podían acabar las guerras ya que los hombres acabarían por entenderse pues se verían como hermanos", dice Bouza, el mayor conocedor de este artefacto.

"Desde el punto de vista filológico", señala, "es un disparate, pero es un proyecto de gran erudición y muy romántico. Es de las cosas más raras que vi en mi vida", añade el historiador, que solo localizó dos tablas, la de A Coruña y la de Londres, debido, quizá, dice, a que solo se vendían bajo encargo.

"La tabla es sorprendente. Está presidida por una imagen del carro de Elías, pero hay también jeroglíficos, constelaciones, mapas terrestres, símbolos hebreos, crecientes musulmanas, cruces cristianas, caracteres chinos o una fuente del saber budista, y una lira en la parte inferior, que representa las siete notas, la primera manera de hablar con Dios", afirma Bouza.

Algunos pensaron que pudiera ser masónica, por los círculos que aparecen en ella, lo cual es imposible, opina Bouza, pues está dedicada al Papa. Mide algo más de un metro por un metro y está enmarcada tal como la tenía Juana de Vega en su casa de la calle Real. Se sospecha que está doblada en su interior, ya que la de Londres tiene dos metros de alto. En la época se publicitó como "la estampa más grande jamás grabada" y tiene parte litográfica y de aguafuerte.

Juana de Vega conoció en la década de los años veinte a Galli en la capital británica, donde su marido estaba exiliado por conspirar contra Fernando VII. Antes, en el trienio liberal, Espoz y Mina había coincidido en su destino militar en Cataluña con Florencio Galli, que sería su ayudante de campo y escribió un libro sobre su campaña en Cataluña contra los realistas.

Pero si el autor de la tabla filológica es Florencio Galli, la descripción es de su hermano Celestino, que tuvo también un papel relevante: publicó un opúsculo en inglés sobre la singular lámina, que Juana de Vega tradujo al español, de su puño y letra, como puede verse en la Biblioteca del Consulado, donde se guarda con el resto de su legado.

Los hermanos Galli, carbonari, eran de Piamonte y llegaron a España en 1820 huyendo de las revueltas realistas en Italia cuando no habían cumplido los veinte años. Estuvieron en Barcelona y Valencia pero con la llegada del absolutismo se vieron obligados a irse después de 1823. Se instalaron en Londres, donde Espoz y Mina, protector de Florencio, le presentó a un rico negociante, quien lo envió a México, que estrenaba independencia. Allí fundó el primer semanario literario, El Iris, con Carlo Linati, que estableció la primera prensa litográfica en aquel país. Juntos hicieron el primer mapa de Texas. De regreso a Londres, Florencio se puso con la Tabula Philologica. Entre tanto, Celestino Galli inventaba, desde el antecedente de la máquina de escribir, a un alfabeto sonoro o un aparato de señales de guerra.