Tan nefasto es invocar el odio cuando no lo hay como dejarlo correr cuando se produce. Si efectivamente no hay odio, no se debe invocar y mucho menos darlo por hecho, porque el odio es odioso y odiable y, en este sentido, sucede que el odio provoca odio. Como pasa con la violencia. Por eso es nefasto y funesto, en su acepción de que "es origen de pesares o de ruina", el escabroso titular con que El País dio noticia de la manifestación secesionista en Bruselas, que fue pacífica y un indudable éxito de concurrencia, estemos o no de acuerdo con sus contenidos y reivindicaciones. El País tituló en primera plana: "El separatismo pasea su odio a España por las calles de Bruselas". Es muy posible que haya separatistas (y también no separatistas) que odien a España. Pero el secesionismo catalán, que reivindica sí la separación política e institucional de España, nunca, que yo sepa, ha proclamado ni formal ni informalmente odio a España. Antes al contrario, siempre han defendido, desde su óptica, que, con la independencia, se mejorarían las relaciones que hoy consideran malas y en conflicto y se preocuparon de aclarar que nada tienen contra los españoles. Conflicto que, por tanto, en absoluto tiene que residir en un sentimiento colectivo de odio mutuo. Imagínense que alguien titulara la noticia de aquella manifestación unionista de Barcelona, también pacífica y con éxito de concurrencia, como: "El unionismo pasea su odio a Cataluña por las calles de Barcelona" ¿No sería claramente reprobable? Y también es muy posible que haya unionistas que odien a Cataluña, como lo demuestra el hecho de que hay gente, que sin llamamiento formal alguno, se dedique por su cuenta a hacer boicot a productos presuntamente catalanes. Y en este caso, resulta muy significativo que, para disuadir del boicot, se emplee, casi como único argumento, que los productos boicoteados no son realmente catalanes o al menos totalmente catalanes. Es como decirnos que, si fuesen catalanes, el boicot sería admisible, cuando menos.

No se ha dado una noticia con este titular de El País. Se da una ominosa opinión editorial que enconará los ánimos, lo que es funesto, en el sentido de que es "origen de pesares o de ruina". También para el periodismo.