"Hace aproximadamente un par de años, una vez concluida la cena familiar, se disponía una de mis hijas a apagar uno de los focos de la lámpara del comedor, de 16 bujías de intensidad, para dejar sólo tres de los cinco que formaban los vértices de un triángulo equilátero, del que el centro era el primero; aunque por esta vez se le ocurrió preguntarme si prefería apagar el del centro o los otros tres". En esta escena cotidiana y doméstica, el matemático coruñés de relieve internacional Juan Jacobo Durán Loriga (1854-1911) situaba uno de sus hallazgos más famosos.

El científico coruñés trataba de encontrar el lugar geométrico de los puntos del plano que reciben la misma luz de los tres primeros focos que del foco central. Al plasmarlo gráficamente, obtuvo una curva de forma semejante a un trébol. Es lo que se vino en llamar la curva de Durán Loriga, que acaparó la atención de algunos colegas extranjeros de su tiempo.

La denominación científica era mucho más prosaica y enrevesada: "Cuártica de clase 12 y género 3, bitangente a la recta del infinito en los puntos cíclicos, con 24 puntos de inflexión y 24 tangentes dobles!. Ahí es nada. La cuestión es que en ese momento, la teoría de cuárticas estaba aún en pañales y Durán Loriga se había adelantado a colegas como Euler, Plüker o Zeuthen.

El cuadro familiar descrito por el matemático, cuando su hija tuvo dudas al disponerse a apagar dos bombillas de la lámpara, formaba parte de su discurso de entrada en la Real Academia Galega, y que no pudo llegar a leer porque la muerte le sorprendió en plena madurez científica, cuando tenía sólo 57 años.

El geómetra del triángulo, lo llamó Ricardo Moreno Castillo, estudioso de su obra, y así tituló un artículo en el Álbum da Ciencia dedicado al matemático coruñés, cuyo campo de investigación predilecto fue precisamente ese, la geometría del triángulo, aunque otros de sus ámbitos de estudio fue el de la geometría algebraica.

Del prestigio de Durán Loriga informa la abundante correspondencia que ha dejado con reputados colegas tanto españoles como extranjeros: Charles Hermite, Ernesto Cesaro, Brocard, Lemoine o Longchamps. También habla de su consideración científica los libros que le dedicaron sus autores y que componen su importante biblioteca, además de los numerosos artículos escritos para publicaciones especializadas de distintos países, y que redactaba en sus respectivas lenguas. Perteneció a numerosas instituciones científicas españolas y extranjeras.

Se relacionó con matemáticos tan célebres como Henri Poincaré o Charles Hermite, con los que tenía ocasión de coincidir en los congresos internacionales a los que acudía. Igualmente son indicativos de su prestigio la numerosa literatura científica que legó y el número de autores que se ocuparon -y se siguen ocupando- de su obra científica.

Una conferencia suya, Una conversación sobre Matemáticas, pronunciada en las Navidades de 1904 en el Circo de Artesanos y organizada por la Academia de Bellas Artes, obtuvo gran repercusión. En ella, Durán Loriga hizo un alegato a favor de las mujeres matemáticas -cuestión que debió de causar como mínimo extrañeza en aquel tiempo y que le hizo quedar como todo un feminista- entre las que citó a la marquesa de Châtelet, Marie-Sophie Germain, Maria Gaetana Agnesi y a Sofia Kovalewska.

Cuatro años después, clamaba en un congreso en Zaragoza por la enseñanza de la matemática: "... si desde muy antiguo no hay verdaderos matemáticos en España es porque no se ha procurado que los haya; porque los planes de enseñanza han sido siempre fatales, no se ha estimulado a los que se dedican a esta clase de estudios, no se ha comprendido, en fin, la importancia que tiene esta Ciencia".

Durán Loriga reclamó un plan general de enseñanza para las matemáticas y puso el acento en la necesidad de que se mantuviese en los institutos el conocimiento del latín y del griego, tan necesarios para la Ciencia, puesto buena parte del vocabulario científico es en esas dos lenguas antiguas.

Durán Loriga estaba llamado a las armas, siguiendo la tradición familiar (los Durán, marinos, y los Loriga, artilleros). Se impusieron las matemáticas, a las que consagró años de estudio y renunció a la cátedra de Mecánica que le habían ofrecido. Dejó la Artillería y fundó una academia para preparar a los alumnos al ingreso en el Ejército y en las escuelas de ingeniería y arquitectura.

Desde hace un siglo, el ilustre matemático tiene una calle en la ciudad. En 1918, la rúa, aunque en pleno centro, se abría a duras penas entre humildes casuchas que tuvieron que ser demolidas en aras de una vía de comunicación "higiénica, cómoda y bella" y a la altura del homenajeado.

Hubo planes fastuosos para esa calle, de edificios con pórticos y pasajes cubiertos, a la manera de las grandes capitales europeas, pero se desecharon porque exigían grandes expropiaciones y las que se estaban llevando a cabo ya habían ocasionado suficientes problemas con los vecinos. El Ayuntamiento optó por la solución conjunta planteada por los arquitectos Pedro Mariño, Antonio Tenreiro y Pelegrín Estellés, y la aprobó en 1926 con Manuel Casás al frente de la alcaldía.

Sin embargo, del proyecto inicial, sólo se llevo a término el edificio de Hacienda, hoy sede del CGAI y del archivo y biblioteca municipales, de traza neobarroca y la urbanización de la rúa no se pudo completar hasta 1970. Y la calle Durán Loriga quedó como quedó.