Con obras en México, Australia, Francia y España y clases en la Universidad de Berkeley, Carme Pinós no para. Cuenta que hace años que no pasa una semana completa en un mismo sitio. Pero lo mucho que disfruta con su profesión le compensa. Su actitud arriesgada, de investigación constante, y su vocación de servicio a la comunidad, la han convertido en uno de los nombres femeninos más prestigiosos de la arquitectura mundial. También la han reconocido por contribuir al avance en la igualdad de género.

-¿Por qué hay tan pocos estudios con una mujer sola al frente? ¿Va la arquitectura todavía más retrasada que otros ámbitos en la igualdad de género?

-La arquitectura se ha vuelto muy compleja y los despachos, hoy, son de equipo. En mis clases, a los alumnos los hago hacer proyectos entre dos o tres porque es el futuro. Soy de las últimas de Filipinas en este del personaje del arquitecto al frente de todo, como un Don Quijote. Mujeres solas al frente están contadas porque también están contados los días de los hombres solos. Por otra parte, la mujer aún es la que más se sacrifica con el cuidado de los hijos. Yo no tengo, pero lo veo en mi estudio. Irá evolucionando, es un problema de la sociedad.

-¿Se arrepiente de haber sacrificado algo por consagrarse a la arquitectura y poder tutearse con los grandes?

-Me compensa mucho. Me encanta la arquitectura. La veo como un servicio, como una responsabilidad social. He sacrificado y continúo sacrificando, porque este tute de vida, si tuviera familia o pareja, no lo podría llevar. Llevo muchos años que no estoy una semana fija en un lugar. Esto pesa.

-Desc ubrió la arquitectura con Enric Miralles y firmaron juntos sus primeros proyectos. ¿Se sintió en algún momento en un segundo plano por el hecho de ser mu jer?

-Absolutamente sí, pero también es responsabilidad de las mujeres. Cuando trabajaba con Enric, no existían despachos de parejas o equipos mixtos. Nos apadrinaron Alison y Peter Smithson porque se veían reflejados, era poco frecuente. Todavía soy de la generación en que ser mujer era admirar al hombre. Si se me puso en un segundo plano, es un poco por responsabilidad mía. Me puse en retaguardia. Estaba dando todas mis ideas, toda mi energía y toda mi vida, pero me iba bien que la cara visible fuera él. Hasta que no. Las mujeres nos tenemos que hacer respetar, no vale quejarse.

-Y hac erse respetar cuando ya voló en solitario, ¿le resultó complicado ?

-Sí, muy difícil, pero han pasado muchos años, el mundo está cambiando mucho. Cuando estudiábamos debíamos ser 200 hombres y cuatro mujeres. Hoy ellas son más y en la obra también están. Incluso en una constructora te puedes encontrar que la jefa de obra es mujer. Cuando empecé, eso era impensable. Ni siquiera le hubieran hecho caso. Tenemos que valorarnos, hacernos valorar y saber que nos toca trabajar más porque aún tenemos el viento de cara. Pero la partida está ganada, con tiempo. No me gusta quejarme y cuando veo a las mujeres quejarse, tampoco. Es cuestión de saber imponerse.

-¿Con qué obra cree que logró ese reconocimiento en solitario?

-Con el Cube I. Un cliente multimillonario quería hacer un centro multicultural, que al final no fue nada. Llego a México con un grupo de arquitectos internacionales, entre ellos Jean Nouvel, Zaha Hadid, Toyo Ito, incluso Philip Johnson... Yo era la más accesible. La latina, con menos nombre que el resto, y otro cliente se acercó para pedirme un proyecto singular para una torre de oficinas y tuve muy buena relación con ellos, porque ya llevo la segunda torre y estoy haciendo la casa de cada uno de los socios. La torre Cube va a ahora a la Bienal de Venecia.

- La última noticia que tenemos suya es que va a ser la primera arquitecta española en hacer una obra pública en Australia, con el MPavilion 2018. ¿Qué supone para usted y qué tiene planeado?

-Está muy avanzado. Se trata de un pabellón que dura cuatro meses y que se encarga a figuras internacionales. Es todo un reto porque sabes que tienes que sorprender, que tiene que ser una pieza escultórica, que tiene que funcionar para albergar actos? Los primeros pasos están dados y parece que han gustado.

- ¿Con qué disfruta más, diseñando grandes edificios o muebles?

-Con todo. Lo que no me gusta es atender a la especulación. Me he encontrado con concursos con ordenanzas superrestringidas y que todo responde a un mercado, con la arquitectura como mercancía. Prefiero abstenerme. Todo lo demás, lo disfruto, sea un objeto o urbanismo, porque me gusta mucho soñar. A los alumnos les digo que un arquitecto está más cerca de un director de cine que de un escultor. Un director trabaja con vivencias y los arquitectos creamos espacios para fomentar relaciones humanas. Me emociona pensar en las relaciones que puedo llegar a generar.

-¿ Se acabó la etapa de la arquitectura de egos, del espectáculo ?

-La de egos no tendría que existir nunca, otra cosa son las arquitecturas singulares, porque una catedral gótica también es un espectáculo. Eso no tiene porqué acabar. Debemos buscarlo en el sentido de emocionar, porque si no lo hace es arquitectura menor o para la resolución de problemas. Pero el espectáculo por el espectáculo, vacíos de contenido, se agota, lo ves diez veces y ya está, porque no sirve a la comunidad. Se convierten en chatarra y cuando ya son alardes de lenguajes propios, aún es consumible muy rápido.

-¿Cuál es la clave para unir la emoción y la funcionalidad?

-Ser arquitecto, simplemente, Debemos saber hacer que una cosa funcione y que emocione desde la poética. Eso es ser arquitecto. Lo demás, no, solo es un oficio.