A la llamada de "Todo por La Coruña", un grupo de prohombres de la ciudad redactó un programa de actuaciones para el progreso local. La idea había partido del alcalde, Manuel Casás, y la Agrupación Popular Coruñesa le dio forma y concluyó que lo primordial era tener un banco propio. Así nació, hace ahora un siglo, el Banco de La Coruña. El hombre que encarnó el proyecto fue empresario Dionisio Tejero, primer presidente de la entidad financiera.

Casás convocó a las fuerzas más representativas de la ciudad cuando vio que el apoyo al programa que había formulado al tomar posesión, recogido en un escrito bajo el epígrafe Aspiraciones coruñesas, no iba adelante por la falta del apoyo prometido en las altas instancias madrileñas.

La respuesta a la convocatoria del alcalde fue un éxito y el Circo de Artesanos se llenó aquel día de abril de 1917. Ocuparon el estrado, bajo la presidencia de Canuto Berea, Ricardo Rodríguez Pastor, Julio González, Manuel Piñeiro, Enrique Fraga, Manuel Fernández Morales y Demetrio Salorio.

Berea explicó a la asamblea la génesis del movimiento coruñesista que culminaba con la creación de la Agrupación Popular Coruñesa, un organismo -dijo- exento de cualquier intención política y cuyo único objetivo era el bien de A Coruña. Los convocados aprobaron por unanimidad el proyecto, encabezado por el citado lema: Todo por La Coruña.

A los miembros de la presidencia mencionados se unieron otros nombres para formar el directorio que guiaría a la Agrupación: Julio López Bailly, Dionisio Tejero, Enrique Pérez Ardá, Ramón del Cueto y Dámaso Calvo.

Entre la lista de aspiraciones coruñesas figuraba una fundamental: la creación de una entidad crediticia propia: el Banco de La Coruña, del que el alcalde Casás había hablado a un destacado capitán de empresa, Dionisio Tejero, un castellano afincado en la ciudad.

Tejero, con fama de gran organizador, redactó las bases para la creación del banco, entidad concebida para servir de estímulo a grandes iniciativas que redundaran en la creación de riqueza, y ayudar al desarrollo del comercio, la industria y la agricultura. La Agrupación Popular Coruñesa, con el alcalde Manuel Casás al frente, refrendó el proyecto. Eran tiempos de agitación social, pero la ocasión era única. Así lo vieron estos coruñesistas, y a finales de ese año, quedaba autorizada la escritura pública por la que se hacía realidad el ansiado Banco de La Coruña.

Los dirigentes de la Asamblea Coruñesista no sólo eran conscientes del clima que vivían -en plena Guerra Mundial y la Revolución rusa a punto- sino que tenían en la cabeza el mal recuerdo dejado por otro banco local del siglo XIX que llevaba la misma denominación.

Ese otro Banco de La Coruña, nacido en 1858 como banco emisor por veinticinco años, y con un capital de cuatro millones de reales de bellón, fue de vida breve. A pesar de que iba viento en popa y se le auguraba un brillante porvenir, desapareció en 1875 al aplicársele el Decreto Echegaray, que fijaba que el monopolio de la emisión era exclusivo del Banco de España y, por tanto, debían liquidar el banco coruñés. Los accionistas se opusieron en vano, y una parte de ellos creó El Crédito Gallego.

Como en esta ocasión, el primer Banco de La Coruña había sido promovido por un grupo de comerciantes y empresarios que querían contar con una entidad financiera propia para salvaguardar la autonomía local frente al establecimiento de una sucursal del Banco de España que pudiera obedecer a intereses centrales y supusiera un obstáculo al desarrollo de la ciudad.

La Asamblea que aprobó el dictamen para crear el nuevo Banco de La Coruña estaba convencida, como había ocurrido en el siglo anterior, de que tener un banco era de vital necesidad. Hizo presidente a Dionisio Tejero, al que acompañaron Raimundo Molina (vicepresidente) y los vocales Julio González Valerio, Miguel Sánchez Barros y Julio López Bailly, Ricardo Pernas y Gabriel López Companioni.

El primero de febrero de 1918, el Banco de La Coruña empezó a operar con un capital de cinco millones de pesetas (unos 35 millones de euros) tras instalarse en el edificio del número 6 del Cantón Pequeño, donde hasta entonces estaba el Banco Español de Crédito. Desde ahí, su labor irradió hacia toda Galicia, que se fue salpicando de sucursales en ciudades y villas hasta tener casi 80 y contar con sede en Madrid.

A Tejero le sucedió en la presidencia en 1941 Manuel Sánchez Barrios y a éste, en 1947, Andrés Vilariño Alonso, quien continuó la expansión de la entidad hasta 1970, año en que el Banco de La Coruña fue absorbido por el Banco de Bilbao, que se fusionaría con el Vizcaya para dar lugar al BBV. Su unión a Argentaria, en 1991 -BBVA-, supuso el ocaso del clan de Neguri (las familias vascas ricas que desde el XIX tenían el control) responsable de haber roto el sueño de un Banco de La Coruña, que duró apenas medio siglo.