El escritor venezolano Boris Izaguirre ha publicado en Planeta la novela Tiemp o de tormentas, en la que los protagonistas son él mismo y su propia madre, a la que perdió hace tres años. Izaguirre en esta entrevista desvela que su novela gira en torno a dos muertes: la de su madre y la de su país.

- ¿Considera que su nueva novela, Tiempo de tormentas , podría acercarse a su propia biografía?

- Tiempo de tormentas es, efectivamente, una novela, lo que ocurre es que los personajes principales responden a los mismos nombres que mi madre y yo hemos tenido en la vida real. Así que sí, es correcto que en esa novela se narran mis vivencias y las de mi madre.

-Entendemos, y usted mismo ha dicho, que la protagonista es su madre. ¿Fue quizás la persona más importante de su vida?

-Sobre todo es la principal protagonista de esta novela, porque en ella se narra su muerte y también la muerte de mí país. En realidad, estamos hablando de dos muertes en este libro. Todo ello amenizado a través de diferentes etapas en las que hablo de Venezuela, de mi primera experiencia en España... Realmente he querido expulsar todo aquello que pocos sabían; lo necesitaba para seguir avanzando.

-N arra usted hasta la violación de la que fue objeto cuando era prácticamente un niño. ¿Ha sido el episodio más impactante que ha sufrido?

-No, pero sí fue un momento de enfrentamiento con la realidad, donde la violencia intentó derrumbar un edificio que mi mamá había construido para mí. Y ella misma tomó la decisión de impedir que esa violencia acabara con mi personalidad, mi manera de ser y con esa diferencia que mi mamá quería defender.

-¿Puede servir de terapia, su lectura, para aquellas personas que hayan sufrido algo similar?

-Yo creo que eso pertenece al lector. En mi generación, ser de la manera que yo soy era muy complicado, y más en un país tremendamente violento. Creo que en esta novela lo importante es la acción de mi madre, ya que, entre los dos, pudimos volver a construir un edificio que había quedado totalmente destruido.

-En general, ¿cómo ve el panorama literario actual en España?

-Fantástico. Pero siempre impacta mucho la tesitura por la que tiene que atravesar el mundo editorial. Está tremendamente vivo. Yo trabajo en el mundo de la televisión en los Estados Unidos y en el mundo editorial, y ambos tienen que enfrentarse a cambios monumentales y luchar para seguir adelante. Yo creo que eso genera aún más actividad y, al final, es como mejor se trabaja.

-D ecía hace poco que el heterosexual nunca tiene que dar explicaciones y el homosexual sí. ¿Cree que va a ser siempre así o, efectivamente, el mundo se está haciendo más indiferente hacia el colectivo gay?

-Bueno, indiferente no. Pero durante muchos años, hasta que llegó una ley de matrimonio igualitario, la sociedad gay tuvo que vivir muy al margen y constantemente intentando demostrar que la homosexualidad ni es una enfermedad, ni es un delito ni es algo grave. Pienso que esa lucha todavía continúa, pero también es cierto que muchas sociedades y países han avanzado mucho. No se puede decir lo mismo de otros como Rusia o los países árabes, donde la homosexualidad sigue siendo condenada.

-¿Qué mensaje trasladaría el colectivo LGTBi? ¿Lo están haciendo bien sus representantes?

-Sí, lo están haciendo magníficamente. Se dice que la homosexualidad representa al 10% de la población mundial; la heterosexualidad representa, por tanto, a una mayoría aplastante. Muchas veces, nuestros enemigos no son las instituciones ni los gobiernos, sino los propios heterosexuales que ejercen su poder de mayoría permanentemente. Por eso siguen siendo necesarios los grupos organizados y sus representantes para normalizar totalmente nuestras vidas.

- ¿Ve avances para que la libertad se instale en todas las capas de la sociedad venezolana?

-No, para nada. Todo lo contrario. Y eso es lo que precisamente he querido plasmar en mi novela. Yo no veo que el régimen ni tampoco su oposición avancen en construir un nuevo país.