As Catas es una zona de cerca de treinta casas en el límite entre Alvedro y Almeiras, en Culleredo. Tienen un castro, muchas huertas y bastante mala suerte. En medio de las casas se han instalado, hace una decena de años, tres torretas de telefonía móvil. Existe otra más a unos 250 metros, junto al polígono industrial que también les ha cercado. Un poco más adelante, a unos 400 metros, está la pista del aeropuerto de Alvedro. "Y aún tenemos aquí al lado de casa una estación de alta tensión", afirma una vecina.

La situación en la que vive este núcleo de casas es casi irreal. Una de las antenas está a un metro de una vivienda, otra a menos de un metro de un taller y la tercera a unos cinco metros de otra casa. "Yo me asomo a la habitación y la tengo delante de mi cara. En su día protestamos pero nadie te hace caso. Después llega un momento en que ya te acostumbras a todo", asegura otra residente.

"Y si nos ponen un burro en la espalda, tampoco protestamos", agrega otra cullerdense que en su día intentó evitar por todos los medios que se instalase una de las antenas a diez pasos de la entrada de su casa.

"Yo fui la única que protestó, todos se reían de mí. Fui a Telefónica, me mandaron de un sitio para otro, me marearon, pero un día cogí a García de Loza por la pechera y si no interviene mi marido le doy un piño que le quito los dientes", relata esta mujer. "Al dueño del terreno donde está la antena le pagan 80.000 pesetas y claro, no protesta", añade.

Los vecinos saben que no hay estudios definitivos que prueben los efectos de la cercanía de estas antenas a las viviendas durante espacios prolongados de tiempo pero optan por no pensar mucho en ello. Aunque cada vez que alguien muere de cáncer, surge el tema.

"Mi marido, mi cuñada, mi hermano... Y papá también murió de eso. Es lo peor. Lo de los aviones, al final, ya te criaste con eso", asegura esta mujer.

El propietario de una empresa de ventanas tiene su taller casi pegado a otra de las torretas, la de menor altura. "Yo no noto nada. Vino uno un día a medir con una máquina, a comprobar las emisiones, y me dijo que la aguja oscilaba más cuanto más te alejabas, que los que estábamos justo debajo estábamos protegidos porque es como un paraguas".

A una vecina que tiene su vivienda a unos quince metros de esta antena le aseguraron algo parecido. "Nos dijeron que lo malo era estar más alejado, justo debajo aún te protegía", destaca.

"En este pueblo muere mucha gente de cáncer. Yo se lo comenté a mi médico de cabecera, lo de las antenas.

Yo nunca he estado bien de los huesos desde que las instalaron", asegura esta vecina, que protestó contra la instalación de las torretas y que también subraya que le afecta más esta presencia que la de los aviones.

"Sí me molesta que no empleen gente del pueblo en el aeropuerto, pero que esté ahí, la verdad, no me molesta, y además hay que ir con el mundo. También tenemos el polígono y hace tiempo el alcalde también nos quería poner dos depósitos enormes aquí arriba", añade.

Los efectos de las antenas de telefonía que sí se aprecian tienen que ver con la televisión. "Cuando hay tormenta la tele se vuelve loca, es porque tienen pararrayos", destaca una residente. En el entorno de As Catas existen muchas huertas con frutales y también invernaderos de verduras y hortalizas. Fernando Bello posee aquí un terreno, a escasos metros de las tres torretas, en el que hace años que cultiva patatas, guisantes, pimientos, cebollas, tomates y lechugas.

"Las verduras se dan regular, la verdad, pero no sé si será por lo de las antenas o no. Hace unos tres años o así murió un vecino aquí y dijeron que fue por lo de las antenas", explica Fernando mientras prosigue con su trabajo de sacar las patatas de la tierra.

Fernando Bello también asegura que el impacto del paso de los aviones hacia la pista de Alvedro es "muy fuerte". A veces llega hasta aquí el olor a queroseno, si viene el aire de allá. Eso tampoco puede ser bueno para la huerta", añade Fernando.