Feijóo la ve como una moneda con dos caras y Barja como la única ciudad de la cultura que tiene Galicia. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el rector de la Universidade da Coruña, José María Barja, discrepan a la hora de planificar el futuro económico de la universidad.

Para el político es un gasto aunque asume también su labor didáctica que, en ocasiones, la convierte en inversión pública; para el catedrático de Álgebra es un lugar vivo en el que nacen las ideas que el día de mañana harán un mundo mejor. Pocos puntos de sus discursos consiguieron unirles -ni el gallego ni la financiación ni su idea de futuro- aún así, ambos se encargaron ayer de cortar juntos la cinta imaginaria que da por inaugurado el curso universitario en los tres campus de Galicia.

"La Cidade da Cultura de nuestro país está ya construida", ironizó el rector coruñés ante la atenta mirada del presidente de la Xunta, que seguía sus palabras con aparente atención. "La auténtica Cidade da Cultura la forman los campus gallegos. En esta ciudad, y sólo en ella, están las llaves del desarrollo científico, tecnológico y sostenible que tanto pregonamos y que debería conducirnos a los modelos europeos a los que, en teoría, aspiramos a igualarnos", siguió con su birrete y su toga Barja, provocando entre las primeras filas -en las que se sentaban cargos de la Xunta como la conselleira de Sanidade, Pilar Farjas, y políticos locales, como el alcalde de la ciudad, Javier Losada- algún que otro movimiento incómodo en la silla.

Su defensa de la inversión en la universidad como solución a la crisis, como un valor innegociable, se encuentra ante el muro que alza Feijóo en cada una de sus declaraciones y que advierte de que es necesario el reparto responsable de los recursos que atesoran las comunidades autónomas, aunque eso sí, promete que "no regateará esfuerzos" para salir adelante.

"Estoy seguro de que todos haremos un esfuerzo por que Galicia se encuentra en una situación en la que el Estado remitirá a la Comunidad Autónoma una importantísima bajada de ingresos y recursos", explicó a los periodistas el presidente de la Xunta, después de haber pronunciado un discurso en el que los datos concretos de la financiación universitaria para este curso y sus planes para la educación superior del futuro brillaron por su ausencia.

Quien fue la protagonista del discurso de Feijóo fue la idea de una "Galicia Global" utilizada como sinónimo de progreso y de meta que cruzar durante los próximos años; una idea tan amplia y abstracta que va desde la cooperación administrativa entre las "grandes áreas metropolitanas", sin dejar atrás la "racionalización del mapa municipal", hasta la definición de políticas portuarias y aeroportuarias por las que regirse en el camino hacia el concepto del "país entendido como Ciudad Única".

"No dijo nada", se quejaban los asistentes al acto en los corrillos de después de las conferencias. Y, el que más el que menos, intentaba descifrar si, en la Galicia Global, en esa en la que los propios intereses regirían los "procesos de localización y deslocalización" de las empresas habría o no aulas con jóvenes universitarios a los que darles la bienvenida tal día como el de ayer, a la enseñanza superior.

Lo que tampoco quedó claro -y en lo que el presidente no se molestó en profundizar- fue el papel que desempañaría el idioma en esta nueva "Galicia Única". Ni una sola referencia -en los doce minutos que duró su conferencia de apertura del año académico- a una de las piedras angulares de la campaña electoral que le llevó hasta San Caetano. Eso sí, apostó por la internacionalización del sistema y defendió la movilidad de estudiantes y profesores con la misma convicción con la que se comprometía a "mejorar la calidad de la docencia", de la mano de las universidades.

Quien hizo rebullirse en su asiento al conselleiro de Educación, Xesús Vázquez, fue el rector coruñés, cuando proclamó que "la cultura gallega es impensable o simplemente irrelevante como tal sin su lengua" y, más aún, cuando incidió en que los campus eran los "primeros en la defensa del gallego" y en la de su normalización; un proceso "todavía pendiente en todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad", aseveró el rector. No hubo respuesta, ni siquiera una improvisada línea para desmentir a Barja o para darle la razón con una promesa de unión. Sólo saludos, peticiones de esfuerzo y sacrificio en tiempos de crisis y, por supuesto, mucha teoría de aplicación para una futura Galicia Global que pocos entendían y que muchos menos confían en llegar a habitar.

Dice el presidente de la Xunta, mientras se sube las gafas que se le escurren por la nariz, que no escatimará en esfuerzos para ayudar a las tres universidades gallegas a seguir con su labor didáctica; pero deja una ventana abierta para que se asomen y se caigan muchos de los que dependen de subvenciones autonómicas para desarrollar sus proyectos de investigación.

"Estamos en crisis. Tenemos que seleccionar con responsabilidad los proyectos que se desarrollarán y de común acuerdo con las universidades", declaró Feijóo, dejando que, quien quisiera, leyese entre líneas y supiese que habrá proyectos que dejarán de recibir financiación. "Tenemos que ser realistas y necesariamente habrá que actuar con responsabilidad y priorizar las actividades que se deben potenciar desde las universidades", incluyó en su discurso y lo repitió ante los periodistas, aunque apuesta por que, de la crisis, sean la investigación y la innovación los campos que salgan reforzados.

Con estas afirmaciones, las preguntas retóricas que el rector coruñés -vestido de rigurosa toga negra aun cuando caía un sol de justicia en el patio del Rectorado- utilizó en su discurso para recordar a quien quisiese escucharle que las universidades realizan las tres cuartas partes de la investigación que se desarrolla en Galicia, se tropezaban, otra vez, con el muro de la Administración.

Con el bolígrafo entre los dedos y, en algunas ocasiones, con la mirada perdida entre los ojos de los que se sentaban del otro lado de la mesa, en las butacas del foso, escuchó Núñez Feijóo las palabras del rector coruñés, que repasó, uno por uno, los puntos más polémicos de la institución que preside y que concluyó con un: "nos gustaría que la educación se viese como una inversión y no como un gasto más o menos moldeable", que no triunfó ni un poquito entre los políticos que se habían sentado a escucharle.

"Tengámoslo muy presente cuando hablemos del futuro, con o sin crisis", pedía a los políticos el catedrático de Matemáticas. Y recordaba que la sociedad no podría entender, de ninguna de las maneras, que la Universidad sufriese "detenciones o retrocesos, explicables en otros ámbitos, por la falta de recursos económicos". En la otra cara de la moneda, como le gusta a Feijóo explicar su doble visión del financiamiento universitario -por un lado gasto, por el otro inversión-, se esconden los planes de la Xunta que, si bien reivindican la efectividad de los servicios públicos, no garantizan su financiación con fondos autonómicos.

La adaptación al Espacio Europeo de Enseñanza Superior y los desencuentros surgidos entre los siete campus -atribuidos a la falta de debate- tuvieron también su momento de gloria en la inauguración del curso universitario; un periodo que coincidió con la celebración del nuevo año etíope y con la caída de las Torres Gemelas. Barja calificó ya como "irremediable" el proceso de cambio de la universidad y su adaptación al Plan Bolonia -que obliga a la centralización de las universidades-.

Reivindicó, una y mil veces, en su disertación, la función de servicio público que se le supone a la universidad y no dejó de pedir que la financiación de las administraciones continúe siendo "la principal prioridad para garantizar el acceso equitativo y el desarrollo sostenible de las instituciones de educación superior".

El encargado de pronunciar la lección magistral con la que se iniciaron las jornadas universitarias fue el catedrático de Física Aplicada Luis Fernando Barral Losada, que habló sobre plásticos y la relación entre la universidad y la empresa, que ha de ser reforzada para que ambas partes consigan sacar el máximo rendimiento de la otra.

Con la vista casi clavada permanentemente en el texto, Barral repasó los diferentes tipos de plásticos -a los que llamó polímeros- y reveló, ante la atenta mirada de unos, el desinterés total de otros, los lugares en los que, sin saberlo, se encuentra. ¿Las cifras? Hace medio siglo el consumo per cápita en España de polímeros se cifraba en 300 gramos; el actual alcanza ya los 115 kilos de plásticos por año. Define la actual como la Edad del Plástico y asume que, por menos, otras han sido bautizadas antes como "de piedra", "de bronce" o "de hierro".

Mientras, el presidente de la Xunta se afanaba en recoger notas y en mirar, ora al frente ora al conferenciante ora a las traductoras al lenguaje de signos que se comunicaban con el público y en esperar a que llegase su turno para explicar su idea de Galicia Global; un proyecto más que alejado del que, minutos antes había expuesto Barja sobre su visión de lo que, para él es la verdadera Cidade da Cultura.