La universidad coruñesa tendrá en breve su propio plan Busquets. Un plan director para ordenar el territorio universitario y adaptar sus espacios a la nueva educación superior europea. El principal asesor del documento será un reputado arquitecto, el mayor especialista español en la planificación de campus, Pablo Campos Calvo-Sotelo. La pasada semana presentó ante los responsables de la institución de A Coruña los primeros pasos de la redacción del proyecto. Se comienza por un análisis patológico. Ya hay un primer diagnóstico: la ciudad y la universidad se dan la espalda. Y más: no hay residencias públicas, ni espacios de socialización, ni comunicación entre centros... la vida estudiantil es escasa y los campus se quedan tristes y solos, absolutamente desangelados, cada vez que llega el mediodía del jueves.

La intención de la Universidad de A Coruña es que el nuevo plan director -el tercero que se propone en España tras Alcalá y Cartagena- adapte sus espacios al nuevo modelo que marca Bolonia, comenzando por la propia estructuración de sus facultades.

"Bolonia plantea una relación profesor-alumno más próxima y las aulas tradicionales, con 200 o 300 plazas, ya no valen, valen para clases magistrales, pero eso no es Bolonia", explica el vicerrector de Infraestructuras, Xosé Lois Martínez, que avanza algunas de las líneas que seguirá el plan director.

El diferente tipo de enseñanza reclama aulas más pequeñas y más despachos de profesores, cuya plantilla aumentará en número. En algunas facultades ya se han comenzado a realizar esas obras de división y reagrupamiento de habitaciones. "Pero los espacios de trabajo han de ir más allá de las aulas", señala.

No vale que el exterior sea un aparcamiento, no vale que no haya ningún tipo de relación entre facultades, no vale que el "principal espacio de socialización de los alumnos sean los autobuses de camino al campus". "Se acabó el binomio centro-titulación", entiende. Lo ilustra con uno de los ejemplos que se puso encima de la mesa en la reunión con los responsables del plan director: "¿Por qué cada centro tiene su propia cafetería si las facultades están separadas por cincuenta metros?". La filosofía es que, si planteas espacios comunes, aparecerá el contacto deseado y necesario entre alumnos de distintas especialidades.

El plan director se preocupa también por que la ciudad y la universidad se dan la espalda. Y no hay ni el mínimo viso de integración entre ambas. Ni siquiera el campus más céntrico, el de Riazor, parece estar integrado en la urbe, absolutamente engullido por las construcciones posteriores que, literalmente, lo sitiaron.

Según explica Martínez, tanto en Elviña y A Zapateira, como en otros campus recientes de España, se intentó trasladar un modelo americano con resultados "nefastos". Para empezar, "no se puede ir andando ni desde Matogrande", un problema de "accesibilidad" del que, según el responsable universitario, tiene que darse cuenta el Ayuntamiento.

Apenas a un kilómetro de Elviña "te juegas la vida" al ir por un arcén, "al igual que en bicicleta por Lavedra o Pocomaco". El principal campus está equipado con un carril bici que en ningún momento se conecta con los que hay en la ciudad y los autobuses sólo llegan a la plaza de Pontevedra. "A Coruña es una ciudad muy lineal y los estudiantes alquilarían viviendas en la zona de la Torre o Atochas-Monte Alto si el autobús los acercara hasta allí", opina. La vivienda se concentra en torno a las paradas y eso, añade, crea una "perversión": los precios de alquiler suben muchísimo en esas franjas. Habla de la ciudad, pero también de su entorno: "Perillo está a tan sólo un kilómetro y medio pero al estudiante no le parece un parque inmobiliario atractivo por culpa del transporte".

La vivienda para universitarios es otro de los problemas que va a abordar y planificar el plan director: ni la primera plaza pública de residencia para el alumnado y un proyecto que siempre parece estar a punto de empezar o siempre parece estar en el limbo de los justos. Para Xosé Lois Martínez, A Coruña no puede entrar en Europa sin alojamientos y la carencia debilita a la institución académica en un marco de competencia que traspasa las fronteras gallegas y españolas.

"Tenemos que pensar si queremos que la Universidad sea un enclave, un gueto que se deja de usar el jueves al mediodía o si queremos que se pueda usar siete días a la semana, treinta días al mes o 365 días al año", concluye el vicerrector coruñés.