Guillermo Tasende tiene 64 años y aparenta 50, aunque duda mucho de que su buen aspecto tenga algo que ver con vivir a pocos metros de la refinería. Es coruñés del barrio de O Castrillón, pero hace veinte años compró casa en el lugar de Bens. "No me gustan los pisos, aquí puedo tener animales, cultivar", explica.

Este vecino posee dos perros, unos conejos y media docena de gallinas. En su terreno tiene recién plantadas patatas de temprano mientras amarillean unas nabizas y asegura que todo tiene buen sabor. Junto a la verdura y hortalizas mantiene bien cuidadas unas margaritas y unos rosales. "No le tengo ningún miedo a la refinería. A no ser que le tires una bomba, eso es muy seguro, tienen un equipo de bomberos que entrena todos los días ahí abajo. Aquí en Bens los nativos mueren de cien años, así que si fuera malo o contaminara... Ni siquiera nadie se queja de problemas respiratorios", asegura Guillermo.

Guillermo recuerda, de sus primeros años en O Castrillón, la construcción del oleoducto de Repsol. "Los viejos comentaban entonces, al ver aquellas palas para excavar tan grandes, nunca vistas, que iban a quitar trabajo a la gente", señala. También cuenta la única vez que vio un accidente en el oleoducto en A Coruña.

"Fue al poco de empezar a funcionar, en la zona de las Carrilanas, donde hoy está la Renault. Reventó una tubería y el crudo, sin refinar, chapuzó todo de negro una casa. Pero no pasó nada más y la empresa le pagó todo, le arregló la casa y le pagó el hotel mientras tanto", explica.

En este lugar de Bens hay varias casas vacías pero su población se mantiene bastante estable en contra de lo que podría parecer por su ubicación al borde de una planta petroquímica. "Muchos marcharon pero otros vinieron para aquí como yo, algunas casas se han rehabilitado, hay matrimonios jóvenes... Lo único que no hay es bar, cerró. Ni falta que hace", dice. El Concello aún acaba de realizar una obra en el lugar: una rotonda, "aún sin inaugurar", donde gira el bus, que ahora llega hasta la zona, cada media hora, debido a la demanda vecinal.

Este residente en Bens, tan afable y encantador como inteligente y reflexivo, se ve más afectado por la planta de basura de Nostián -también muy cercana- y la fábrica de piensos Ártabra de Arteixo que por las instalaciones de Repsol.

"Lo único que nos perjudica aquí es por el olor, y no por la refinería, que pocas veces huele porque el aire viene del mar y lo lleva al otro lado, sino por la escombrera de Nostián, aunque ahora menos porque va a Sogama, y sobre todo por la cheirona [Ártabra], que tiene un olor repugnante, nauseabundo", resalta.

Con lucidez y buen humor comenta su incomprensión respecto al proyecto del Ayuntamiento de A Coruña de elaborar el mapa de olores. "¿Para qué gastaron tanto dinero contratando a alguien para realizar el mapa de olores? Que viniesen a mí que ya se lo decía yo al momento y sin cobrar nada", asevera Guillermo.