Pedralonga es un barrio diferente, al menos eso piensan los vecinos que han tenido que limpiar pintadas en las fachadas de sus casas en más de una decena de ocasiones, los conductores de camiones a los que les han robado el combustible y los propietarios de locales de hostelería y viviendas que han sufrido robos y destrozos.

La imagen de esta zona de la ciudad, en la que resulta imposible encontrar un punto desde el que no pueda contemplarse una pintada en la pared, es el mejor testimonio para ilustrar el miedo que sienten los residentes debido a una oleada de vandalismo que, según cuentan los que la padecen, se intensificó de forma preocupante desde hace cuatro meses.

Las pintadas y los destrozos en el mobiliario urbano son los sucesos más frecuentes, pero no los más graves. El asalto a un conocido bar ubicado en las proximidades de la antigua Fábrica de Armas ha sido sólo uno de los muchos casos de robos y ataques a la propiedad privada que han sufrido los residentes.

Las víctimas -casi todos los vecinos han sufrido algún tipo de percance- coinciden al asociar los ataques con las pandillas juveniles y con el ocio nocturno de los fines de semana. Algunos residentes afirman haber visto rompiendo papeleras y pintando las paredes a los mismos menores que, viernes y sábados, se concentran para beber en la caseta cubierta donde antiguamente se encontraba un lavadero.

"Los chavales que veo son todos menores y ya los he sorprendido varias veces rompiendo papeleras", cuenta un vecino que, mientras toma un café en el bar que fue asaltado en la madrugada del pasado domingo, asegura que todas las semanas aparecen pintadas nuevas en las fachadas de las casas.

Los testimonios de los vecinos que, después de haber visto nuevas pintadas en sus paredes en decenas de ocasiones, aseguran que "no vale la pena" arreglar los desperfectos son otra de las pruebas de que los vándalos han tomado el territorio de Pedralonga, una conquista por la que los residentes culpan al Concello y a la policía.

El inicio de la campaña de recogida de firmas para reclamar una mayor presencia policial y castigos más severos para los gamberros, cuyo inicio adelantó este diario, constituye el último intento de los residentes para conseguir que la imagen de una pareja de agentes en el barrio deje de constituir algo extraño y novedoso.

"Nos encontramos indefensos, porque la policía jamás aparece por aquí y nosotros somos incapaces de controlar todo esto", lamenta el vecino José Antonio Pumares.

Lo que empezó como un problema de vandalismo ha desembocado en una sucesión de delitos más graves. Propietarios de viviendas denuncian que los gamberros han llegado a romper cerraduras de los portales para entrar a robar en los pisos y a pisotear las hortalizas que algunos habitantes del barrio plantan en sus huertas.

La situación de impunidad legal que critican los vecinos también ha atraído a este barrio el problema de la droga. Todos los residentes que hablaron con este diario aseguran haber visto con sus propios ojos a drogadictos inyectándose heroína y a pequeños traficantes que merodean por las calles mientras esperan compradores.

"A veces se ven treinteañeros pinchándose", comenta una vecina, madre de dos hijos, que teme que su barrio se convierta en un foco de compraventa de droga.

Ni siquiera el único colegio que existe en Pedralonga ha conseguido permanecer al margen de las fechorías de los gamberros que atemorizan a los vecinos. Los ocho alumnos con los que cuenta el centro, casi todos chabolistas del poblado de A Pasaxe, juegan y corren en un patio cuyas paredes están cubiertas de pintadas con todo tipo de insultos, amenazas y palabras poco adecuadas para que las lean los menores.

Algunos de los residentes que hablaron con este diario afirmaron que en esta escuela sólo se admiten hijos de chabolistas, un rumor que desmintió una profesora del centro. "Este colegio es como cualquier otro centro. Aquí no hay más matrículas porque las familias del barrio no quieren que sus hijos vengan aquí", precisa la maestra, que lamenta que algunos vecinos hayan llegado a culpar al centro del clima de inseguridad que impera desde hace meses en la zona.

Los residentes que denunciaron los actos vandálicos sólo se refirieron al colegio como otro de los edificos que han sufrido desperfectos y, aunque afirman que los autores de los delitos son menores de edad, no insinuaron en ningún momento que los gamberros fueran alumnos del centro.

Las víctimas de los ataques vandálicos, lejos de acusar a los menores chabolistas, sospechan que los miembros de las pandillas sólo acuden a Pedralonga para cometer sus fechorías.

La profesora, tras exculpar a sus pequeños alumnos, reconoció que 13 cristales de la escuela habían sido destrozados el año pasado; una información que revela que los problemas de inseguridad comenzaron incluso antes del plazo que marcaban vecinos y propietarios de locales de hostelería.

Los habitantes de Pedralonga han tenido enfrentamientos con menores a los que descubrieron mientras cometían algún tipo de fechoría. Lo único que consiguieron los que intentaron que los gamberros se comportaran de una forma cívica fueron insultos y miradas amenazadoras.

"Estaba jugando con mi bebé y vi a unos niños de 13 años rompiendo el mobiliario del parque. Les reñí y se fueron pero, poco tiempo después, llegaron con otros menores y, con una botella en la mano, se pusieron chulos. No me hicieron nada, pero me intimidaron", cuenta Rebeca Ros.

El consumo de alcohol en la vía pública es otra de las constantes que denuncian los residentes. Los portales, el antiguo lavadero e incluso el patio del colegio -siempre según el testimonio de los habitantes de Pedralonga- son los lugares elegidos por los jóvenes para hacer botellón.

Los residentes opinan que los actos vandálicos hacen urgente que todo el espacio de Pedralonga disponga de una protección municipal similar a la que el Ayuntamiento concedió a las plazas del Humor y de Azcárraga. Además de denunciar las molestias que genera el botellón, los vecinos precisan que muchos de los que consumen alcohol en la calle son menores y reclaman intervenciones policiales.

"Hay vecinos que se quejan de que la policía no interviene en su barrio, pero es que aquí ni siquiera se molestan en venir", concluye un residente sobre la falta de vigilancia policial.

La sensación de inseguridad que generan los actos vandálicos no es el único problema que padecen los vecinos de Pedralonga. Los habitantes del barrio denuncian la escasez de espacios peatonales, la vulneración de las normas de tráfico por parte de algunos conductores, la deficiente iluminación y la ausencia de locales para el ocio.

Los padres critican que sus hijos carecen de espacios adecuados para jugar y reclaman al Concello inversiones que permitan la creación de una plaza o la mejora del único parque que existe en la zona, que los vecinos califican como sucio y reducido. Los residentes reclaman desde hace tiempo que el colegio Pedralonga permanezca abierto en horario de tarde, para que los niños que viven en el barrio puedan utilizar la pista de fútbol sala del centro para hacer deporte.

La apertura del colegio, según los que reclaman nuevas instalaciones en el barrio, también serviría para que los residentes dispongan de un lugar para reunirse y para organizar actividades. Las familias explican que los niños de la zona, ante la ausencia de espacios para el ocio, se concentran en las estrechas calles; algo que, según alertan los padres, resulta peligroso por la velocidad a la que circulan los coches.

Los responsables del centro, conscientes del clamor vecinal para que el colegio abra en horario de tarde, han aclarado que la legislación obliga a que las instalaciones permanezcan cerradas fuera del horario lectivo. Una profesora explicó que tiene órdenes de cerrar las puertas una vez finalizan las clases y añadió que esta norma funciona para todos los colegios de similares características al que existe en Pedralonga.

Los residentes de este barrio están también muy preocupados por las barreras arquitectónicas y desperfectos que existen en calzadas, aceras y edificios. Baches en las carreteras, zanjas de obra de hasta 60 metros sin señalizar, solares abandonados llenos de basura y callejones por los que ni los más valientes se atreverían a pasar en horario nocturno son algunas de las deficiencias que mencionan los residentes y que puede observar cualquier ciudadano que visite el barrio.

Los habitantes de Pedralonga consideran que la mayoría de los coruñeses desconocen su situación. Algunos residentes afirman que ni siquiera los repartidores de los restaurantes que distribuyen comida a domicilio son capaces de ubicar sus calles.

El estado de abandono del barrio, según explican sus residentes, está relacionado con la oleada de delincuencia desatada en Pedralonga. Ni los más veteranos del lugar recuerdan una visita del alcalde o de algún concejal, algo que hace que los vecinos se consideren marginados por el Gobierno local, al que acusan de primar las obras -y también la vigilancia- en otras zonas de la ciudad.