Manuel Arana Burgos, jefe del área de Planificación de Inversiones de Puertos del Estado, publicó en 2006 en la revista Marina Civil, de la Dirección General de la Marina Mercante, que en el importe que se barajaba para el puerto exterior de punta Langosteira "no están incluidos los gastos de conservación y reparación a que, con probabilidad, habrá de hacerse frente durante el periodo de vida útil del dique de abrigo", y que "el coste de las reparaciones que sea necesario llevar a cabo en la instalación, tanto durante la fase de construcción como de explotación de la misma, dependerá de múltiples factores, entre los que se pueden citar el número y la dureza de los temporales a que se vea sometida". Y concluía: "Todos estos aspectos hacen que sea difícil evaluar, a priori, una cantidad económica por este concepto". Es decir, la construcción del dique implica la firma de un cheque en blanco para garantizar su mantenimiento.

Los problemas de sobrecoste (una especie de agujero negro de 321 millones de euros) salen ahora a la palestra. Y falta financiación para la construcción de un puerto en la que jugaron sus bazas políticas un alcalde, un presidente de Puertos del Estado y un ministro de Fomento. A ello habrá que sumar los más de 300 millones de euros (calculados por Puertos del Estado a precios de 2002) que Repsol, Fenosa y resto de terminales marítimas exigen por el traslado al puerto exterior, porque se niegan a un cambio voluntario. Habrá que tener en cuenta, además, los altísimos costes de mantenimiento. Y aquí es donde los empresarios concluyen también que "con toda probabilidad, nunca se podrá recuperar la inversión".

¿Qué hacer, entonces, con un puerto exterior que no sirve como puerto refugio, ni para tráfico de contenedores, ubicado en una zona a mar abierto sometida a fuertes oleajes, corrientes y temporales, que debe permanecer cerrado al menos 67 días al año (123 días según expertos ajenos a la administración y el Puerto) y que si algún día se finaliza (los expertos apuntan a que se pasará de 2011 a 2014, como mínimo), acabará costando no se sabe cuántos millones de euros?

Probablemente, nada, porque nadie se atreverá a paralizarlo debido a que las administraciones nunca reconocerán que, como mínimo, se han equivocado o fracasado. Al final, el ciudadano acabará pagando, primero, su construcción y, posteriormente, su costoso mantenimiento. Porque el puerto exterior de A Coruña, a la vista está, no tiene asegurada la financiación y difícilmente llegará a disponer de importantes clientes (salvo los obligados a trasladarse, previa indemnización).

Como alternativa se barajó en su momento un proyecto privado para la construcción en la bocana de la ría de Ares de un puerto mejor situado, con amplios calados, abierto las 24 horas todos los días del año, válido como puerto refugio, más grande, y capaz de ser el principal multipropósito de España y el segundo de Europa. El proyecto parece dormido, posiblemente debido a la construcción de los puertos exteriores de Ferrol y punta Langosteira. La iniciativa privada que respaldaba el proyecto previsiblemente no entrará en el apoyo demandado por el ministro de Fomento para Langosteira, a pesar de las prebendas que se anunció serían otorgadas. El capital privado parece convencido de que nunca recuperaría la inversión. Por tanto, quedaría en manos de los dineros públicos el remate de una obra que no va a tener más significación para la provincia de A Coruña que disponer de una segunda obra faraónica -la primera es la Cidade da Cultura, en Santiago- que sigue haciendo correr ríos de tinta, sudor y lágrimas.