Su sueño de pequeño era ser cantante y lo consiguió. Trece años al frente de Los Satélites pasó el otro crooner coruñés, con permiso de su ídolo, Pucho Boedo. Entre el 69 y el 82 asió el micro de la orquesta para vivir renovados piques contra el gran competidor que le salió a los Satélites ya rozando los ochenta, la Sintonía de Vigo. Porque si en el cartel de las fiestas de una parroquia estaban la formación coruñesa y la olívica, aquello se convertía en mucho más que un derbi.

-¿Ha cambiado el trato entre las orquestas y el público?

-No se llega al público como se llegaba antes. Teníamos la sesión vermú, comíamos con la comisión de fiestas, había mucho más diálogo con el público. Te iban a despedir, te llamaban por el nombre. Era otro feeling. Creo que las cosas ahora son más distantes.

-¿Y el espectáculo?

-Yo creo que el espectáculo de ahora es para ver con los ojos y antes se escuchaba con los oídos.

-¿Eran reales los famosos piques?

-Claro, claro, era cuestión de amor propio. En alguna época, una orquesta tocaba una canción y después le tocaba la otra. Iban alternando para conseguir más aplausos que la otra. Había auténtica competencia. Los Satélites con Los Trovadores o con Saratoga y, después, con la Sintonía de Vigo. La gente esperaba hasta el final para ver a las dos orquestas tocar juntas.

-Pucho Boedo y usted. Cantantes de escuela coruñesa pero de distintas épocas. Dos voces distintas pero, ¿se parecían en algo?

-Yo no puedo decir eso, pero sí que es cierto que yo escuchaba muchísimo a Pucho Boedo y algo se me pegaría. Sobre todo en cuanto al estilo. Las voces eran distintas. La de él era más redonda más varonil. La mía era más fina.

-Ya no se dedica a la música pero le está muy agradecido

-Yo soñé con cantar desde pequeño. Y tuve la suerte de poder hacer realidad eses sueño y cantar por Galicia y España. Le estoy muy agradecido porque me he podido dedicar a lo que me gustaba.