"Que mi cadáver se coloque y ponga por vía de depósito en la iglesia del convento de San Francisco de esta ciudad y si pudiese ser, en la capilla de la Tercera Orden". Así expresaba Pedro Martín Cermeño y García de Paredes sus últimas voluntades en el testamento que redactó en 1787, dos años antes de fallecer en A Coruña.

Más de dos siglos después, las losas que forman el suelo de la iglesia franciscana conservan la numeración que atestigua la existencia de las tumbas de éste y otros personajes destacados de la época en ese lugar y que solicitaron el honor de recibir sepultura en tan privilegiado lugar.

Quien fuera capitán general de Galicia y responsable de la construcción de la primera fachada marítima coruñesa en La Marina, así como de las fortificaciones costeras de la Ciudad Vieja quiso tener su lugar de reposo definitivo en la capilla de la mansión que construyó en el municipio de Oza, pero optó por ser sepultado previamente en un templo de la ciudad, ya que el de su propiedad aún no estaba rematado.

Con el paso del tiempo, el testamento no llegó ser cumplido, puesto que la tumba permaneció en la Orden Tercera, sin que los restos se trasladasen a la que debía ser su ubicación definitiva. La construcción del parque de Oza en los terrenos que formaban parte de la propiedad de Cermeño supuso el derribo de los vestigios que se conservaban de aquella época, entre ellos los restos de la capilla que el ingeniero militar ordenó construir allí mismo.

Este hecho hizo temer al colectivo Bardos Cultural que la tumba del capitán general hubiese desaparecido durante el desarrollo de las obras, aunque las investigaciones efectuadas en el Archivo General Militar de Segovia han permitido determinar que solicitó ser enterrado en la nueva iglesia que se levantó junto al antiguo convento de San Francisco. La asociación confirmó además que efectivamente se cumplió su deseo, puesto que un informe del auditor de guerra del año 1791 así lo constata con el fin de que la viuda tuviera constancia del hecho.

El hallazgo de ésta y otra amplia documentación sobre Pedro Martín Cermeño y sus propiedades en Oza han sido enviadas al fiscal especializado en temas de Patrimonio en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, Antonio Roma, para que la añada a la que ya dispone en relación con la investigación que sigue acerca de la posible destrucción de restos históricos a causa de las obras del parque.

Entre los legajos rescatados por Bardos Cultural de los archivos se encuentran los que detallan los trabajos realizados por el ingeniero militar Antonio López Sopeña entre 1780 y 1790 en la finca de Cermeño. Los textos mencionan la construcción de la casa del capitán general, además de un "canal o zanja" por el que el técnico -quien ya había colaborado con Cermeño durante la estancia de ambos en Cataluña- cobró primero 695 reales y más tarde otros 1.204.

La especialización de López Sopeña en la construcción de canales y fuentes hace sospechar a Bardos Cultural que el trabajo realizado en Oza tenga relación con el túnel que los más viejos vecinos de la zona aseguran que existía en los terrenos del militar y cuya longitud se desconoce. El colectivo considera que esa construcción debería ser objeto de una prospección arqueológica y que, debido a la época en la que fue ejecutada, debería ser protegida por la Administración.

Otros documentos localizados en este proceso de investigación hablan de la dirección de las obras de la capilla de la finca de Cermeño por parte del arquitecto Fernando Domínguez Romay, a quien había responsabilizado de numerosas obras públicas en la ciudad a lo largo de su mandato.

En esos papeles se detalla que el edificio constaba de dos naves y dos torres y que los cimientos estaban formados por diez cajones, al tiempo que se relaciona la existencia de toda clase de materiales necesarios para la construcción del templo, como 461 piezas de cantería labrada, 40 canterías sin labrar, cien carros de mampostería, 20.000 tejas y 2.390 ladrillos.

Como personaje del más alto nivel en la sociedad coruñesa de su tiempo, Cermeño dejó constancia en su testamento de las condiciones en las que deseaba ser sepultado. Además de solicitar su entierro en la iglesia de la Orden Tercera, pidió vestir en su tumba el uniforme y el manto de la Sagrada Religión de Alcántara, la orden militar a la que pertenecía.

También había dispuesto el capitán general que en su definitiva tumba de Oza reposaran los huesos de su padre junto a los suyos, pero el informe de 1791 deja claro que los restos de ambos se encuentran en el subsuelo del templo, así como que la sepultura "no se ha verificado en nicho como aparecía en su voluntad". El auditor militar detalla esta circunstancia "a fin de que en lo sucesivo no haya dudas sobre la situación en que ha sido colocado y sepultado su cadáver", al tiempo que ordena que este dato se comunique a la viuda del fallecido.