Hay que dar por seguro que en el Vaticano conocen aquel pasaje del evangelio en el que decenas de ricos vertían a chorros con impudoroso tintineo monedas en el cofre de las limosnas. Una viuda pobre se acercó y donó sigilosamente un maravedí. Unos echaron lo que les sobraba y la otra, "de su pobreza, echó todo lo que tenía", señalaba San Marcos. En la embajada española ante la Santa Sede echaron 600 euros. Fue en una fiesta que llevaba el subtítulo de solidaria. Responsables de voluntariado y solidaridad reprueban la carnavalada renacentista de Francisco Vázquez como "clasista" y "de dudosa justificación" y la comparan con emblemáticos actos de rancia alcurnia como el Baile de la Rosa monegasco.

El ex alcalde justificó la cesión del público Palacio de España para la fiesta benéfica de disfraces del Ayuntamiento romano porque, a cambio, el dinero recaudado iría a beneficio de Haití y de la Cocina Económica coruñesa a partes iguales. A saber, 300 y 300, que salieron de los bolsos y bolsillos de, tal y como proclamaron, dos centenares de representantes de lo más granado, florido y ornamentado de la sociedad romana.

"Una fiesta carnavalera para reunir 300 euros parece un acto irrelevante con muy dudosa justificación", sostiene Xosé María Torres, de la Coordinadora Galega de ONG para o Desenvolvemento. Entiende este tipo de actos como una solidaridad antigua, que compara con una versión a la romana de otra de las fiestas clásicas donde los ilustres lucen y dejan fotografiar sus alhajas y su caridad: el Baile de la Rosa de Mónaco.

"Es cierto que determinadas ONG, con un papel muy institucional, recaudan sus recursos económicos en un tipo de actuaciones como esta", señala. Para el representante de la Coordinadora Galega de ONG, una fiesta "carnavalera" puede ser "incluso hiriente para los propios beneficiarios". "No creemos que sea positiva", reitera Torres, quien explica que desde su entidad han defendido una "acción solidaria responsable" y han sido "muy críticos" con actuaciones como los telemaratones. "No vale todo", concluye.

Una voz en contra es la de la concejala de Juventud y Solidaridad. Ermitas Valencia, que no cree ni siquiera que la fiesta de Carnaval de la Embajada española ante la Santa Sede sea "una actividad solidaria, sino un acto social".

"Es una forma muy clasista de entender la solidaridad que nosotros no compartimos", sentencia la edil coruñesa, que apuesta, en lugar de este tipo de actividades, por "una solidaridad continuada". Cree Valencia en el compromiso con todas aquellas entidades y propuestas que realizan un importante trabajo social como la Cocina Económica.

Pero colaborar con ellas, añade, "no puede significarse con un acontecimiento en el que es mayor el gasto que hacen cada uno de los invitados para asistir a la fiesta que la limosna que finalmente se recaudó" el pasado mes de febrero en el Palacio de España.

La concejal de Solidaridad añade que, en su departamento municipal, son partidarios "de otro tipo de ocio". Relata cómo algunas fiestas de ONG coruñesas en las que ha participado nada tiene que ver con las del Carnaval vaticano, para el que contaron con el jefe de de escenografía de la Ópera de Roma. "Con cosas de este estilo lo que no buscaban precisamente era recaudar fondos", apuntilla la edil nacionalista.

Unos fondos de 600 euros, la mitad para la Cocina Económica coruñesa, que suponen tres euros de donativo por cada invitado de la fiesta, que se realizó a propuesta del alcalde romano, Gianni Alemano, sobre la corte del papa Julio II, en pleno esplendor del Renacimiento italiano. A la celebración del pasado febrero acudió también el embajador español en Italia, Luis Calvo.